
Existen
murmullos lejanos o pensamientos fervientes tan actuales que colocan a la
literatura infantil, y todos sus rasgos característicos, como literatura
inferior. Literatura fuera de toda belleza inalcanzable que no es posible
equiparar a la prosa universal que se jacta de mostrar desde banalidades
concernientes a la vida misma hasta las máximas de la esencia del ser que
pueden predominar en una narrativa digna del reconocimiento histórico.
Trascendiendo de narrativa hacia una idea que se apodera de uno mismo para
darnos nuevos ojos con que mirar el mundo.
La
literatura infantil, como se ha colocado y se sigue colocando en gran parte del
sector literario, es el intento de llevar ese espíritu literario hacía las
pequeñeces del mundo infantil. Brindar alguna clase de sendero para ilustrar
aspectos fantásticos de la realidad, o en otros casos desligarse de toda
normalidad con el propósito de edificar marcos y escenas lo más alejadas de la
infranqueable levedad del mundo corriente. Con el propósito a veces fallido de
instruir mentes jóvenes hacia el sendero de la rectitud. Siendo justo esos
relatos a veces simplones los que causan que la literatura infantil sea
considera como tal. Sin embargo, no es el caso siempre.
La
abundancia de la fábula simplista o relatos con moralejas alejadas de los
dinamismos, así como las mecánicas de las acciones de una sociedad real existen
y sus esfuerzos fatuos concluyen a forma de decoración para un regalo navideño
o de cumpleaños. Tal cual sucede de la misma forma con los malos libros de la ‘alta
literatura’. Son esos textos y narrativa de las cuales la propia literatura
infantil parece no poder escapar y dejar de lado para mostrar su verdadera cara
literaria; la del autodescubrimiento infantil.
Justo
como el caso de la literatura ‘seria’ en donde autores pretenciosos de ideas pseudo-filosóficas
tratan de esclarecer la verdad definitiva. No una verdad personal, no
confrontar una lucha persona y específica, sino la verdad de las verdades
últimas. La tan buscada verdad queda, entonces, resumida a unas cuantas frases sutiles
que colocan al ser humano como ente espiritual y que el universo conspira por
nosotros. El mundo real no es eso.
De
una manera objetiva, reconociendo que ninguna opinión puede ser en última
instancia objetiva en su totalidad, sin algún tinte propio de quien lo expresa,
lo dicho sobre que la literatura infantil es el retrato del autodescubrimiento de
los primeros años cae en un poco de verdad. Siendo incluso, esa afirmación, una
de las tantas capacidades de la literatura infantil que ofrece cuando se dejan
a un lado los relatos simplones o moralejas poco realistas. Se menciona aquí
‘poco realistas’ no al aparente sinsentido de la esencia de seres irreales que
llegan a componer un relato infantil de tintes fantasiosos o laberinticos ni a
las extraordinarias aventuras que tienen lugar en arroyos de construcciones
imposibles en donde el flujo de los océanos parece al revés.
En
los casos en que resultan ‘poco realistas’ las narrativas infantiles es cuando
se trata de cubrir delicadamente a maneras que la audiencia objetivo,
comúnmente niños entre 6-11 años, se lleve a la mente proposiciones falsas de
un mundo en constante cambio. Son, por lo tanto, mayormente fantasioso y poco
realista los relatos que cubren de muchas maneras verdades que no deben
obstruirse y que tienen relación con el desarrollo infantil. Con esto no digo
que no debe existir cierta censura ante hechos que, aunque innegables, se
entiende que no es posible comunicar de la manera cruda como son.
Hay
relatos en los que la narrativa se centra en personajes animales con bocas y
propósitos tan complejos que se asemejan a los pendientes humanos, a veces
elevados o simplistas. Personajes que tienen deberes y compromisos. O en la
mayoría de los casos; problemas a resolver que son el punto de partida de los relatos
infantiles. Por otro lado, también en un alto porcentaje, los personajes dentro
del marco narrativo de la literatura infantil son niños en un mundo de adultos
lejano y misterioso. A veces el protagonista es un niño en un entorno
fantasioso entre míticas creaturas parlantes que hacen lo que haría cualquier
otra persona. Entre preocupantes concernientes a la estabilidad del conjunto,
destinos fallidos que desencadenan fatalidades o simples laberintos que
conducen a maravillas por descubrir entre esas extrañas
tierras de sensaciones quejumbrosas (a veces agridulces). Pero, como se
verá. La literatura está en proceso evolutivo, tal cual la novela, tal cual la
literatura en general y las corrientes de pensamiento. Los campos por los que
fluye la literatura infantil se vuelven más sorprendentes; acaparando espectros
cada vez más densos para la eterna audiencia infantil que, sea dicho, cambia
con el tiempo.
EL
AUTODESCUBRIMIENTO DEL PROTAGONISTA INFANTIL
Generalmente cuando uno decide leer algún cuento o libro
relacionado a la literatura infantil, se nos muestra un contexto y escena en
donde los niños son personajes cuya esencia aborda la narrativa en su totalidad
o por lo menos como eje central; donde se trata de explorar sus capacidades que
pronto le definirán para siempre a lo largo de su vida, como una clase de
sentencia tras su camino por el sendero narrativo que se ha expuesto.
Son los personajes infantiles, en su mayoría, los que
deben confrontar a un mundo que les supera en todo aspecto, un mundo que
resulta infranqueable ante murmullos de fenómenos incomprensibles para el
vocabulario o sentimiento infantil. Murallas altas de las que apenas unos
ruidos de la verdadera esencia del mundo llegan a los oídos que ya comienzan a
escalar. En horizontes imposibles de entrever por los diálogos de aquellos adultos
que hablan con verdades a medias, retratos confusos que conducen al personaje
principal, que como ya se mencionó generalmente resultan ser niños, hacia
senderos que trascienden para el protagonista, como la perpetua aventura hacia
lo desconocido, que para el adulto resulta un día cualquiera en la rutina
abrumadora por alcanzar un propósito con el cual atarnos al flujo del desosiego
que empuja cada mañana más fuerte.
Para el personaje principal, niño, toda imagen, palabra o
color que baña los días son la oportunidad de adentrarse a mundos que solo él
es capaz de conocer e imaginar. Situaciones que para los adultos parecen no
tener nada de importancia mientras que para el protagonista infantil resulta el
destino definitorio para su vida y esencia; la catarsis en todo niño que le
empuja a exonerarse como objeto receptor de negativas o tratos denigrativamente
cariñosos. El punto inicial de la esencia infantil es en donde absolutamente
cada ocasión significa un reto constante para abrirse el paso y una voz firme
entre la mezcolanza que pareciera no estar permitida muchas veces para el
protagonista. Siendo justo eso, casi siempre, la chispa que conducirá el hilo
narrativo de un protagonista infantil a descubrirse por fin como un ser humano;
reconociendo sus aciertos y errores durante toda la aventura que termina por
mostrar una claridad que no se divisaba antes de comenzar el viaje. Siendo ese
esclarecimiento total una iluminación que genera cambios para siempre en la
mentalidad y maneras de actuar de quien antes se observaba como un espectador
de un mundo extraño y lejano.
Conociendo, durante el curso de la narrativa, toda gama
de personajes que le harán compañía aconsejándole y guiándole de maneras
omnipotentes o le obstaculizarán. Siendo estos últimos los que causan una mayor
exploración de los sentimientos y emociones del protagonista infantil al
rivalizar de manera constante; provocando la exaltación de todas las emociones
con las que cuenta desde el principio el protagonista, para después comprender
algo que no lo había hecho por sus capacidades infantiles en un mundo que sigue
descubriendo. Tal cual Alicia, de Lewis Carroll, al saber que el conejo no le
amaba como ella quería. Este autodescubrimiento generalmente se relacionaba a
fulminar con el entendimiento de las circunstancias bajo un manto fantástico.
Pero, tal actitud frente a la literatura infantil ha venido transformándose. La
violencia, las desapariciones y situaciones sociales parecen imposibles ya de
transformar en personajes infantiles; la realidad termina por envolver a todos
por igual.
Jimmy Liao, escritor taiwanés, relata historias no solo
fantásticas para todo niño sino que resultan en un entrañable narrativa por el deseo
de esclarecer los asuntos más personales posibles a modos realistas pero bajo
el manto de la surrealidad que no abandona jamás una poética cálida. Sus
personajes, bastante humanos, tienen que lidiar con asuntos que alcanzan un
interés en lo sentimientos de los niños. Dejando ver a los protagonistas
infantiles como siempre involucrados en temáticas asombrosas y fantasiosas para
poder lidiar con complejos sentimientos que no pueden, casi nunca, expresarse.
Sin embargo, sus relatos son logrados de formas tan
particulares en que la ironía e intertextualidad, cabe mencionar que se trata,
mayormente, de libros-álbum. En donde las imágenes, llenas de gruesos colores y
sentimentalismos, complementan la narrativa. No resultan, el dibujo y letra,
entes separados que cuentan historias diferentes; sino un conjunto
interdependiente para mostrar una historia bella y sublime que reinventa la
literatura infantil.
El autodescubrimiento de los personajes de relatos
infantiles, tradicionalmente, resulta en confrontar sus sentimientos y
pensamientos más complejos con base en imágenes
fantásticas en el que abundan nombres extraños que son llevados por
personajes aún más irreales. Dando como resultado el autodescubrimiento, a
veces, en manera simplistas. Siempre restringiendo al público infantil a una
lejana realidad. En contraposición de las premisas de Jimmy Liao, por ejemplo.
LA
REINVENCIÓN NARRATIVA DEL PERSONAJE INFANTIL
Los objetos inanimados, dentro de las narrativas
infantiles, surgen como entidades pensantes capaces de brindar consejos o
rivalizar con las aspiraciones del protagonista (de muchas formas). Pueden
resultar ser fieles acompañantes que demuestran su calidez en los momentos de
mayor flaqueza o acompañamiento en la dicha. Por otro lado, los que logran
rivalizar, concentran todo su ímpetu en traer tragedia a todo lo que gire en
torno al protagonista. En cualquier caso, lo que se pretende en todos los
involucrados dentro de la narrativa infantil es la humanización. Mostrar cada
personaje con propósitos claros, ya sean aparentemente buenos o malos. Lo cual, esencia de este punto, nos lleva a una
pregunta bastante interesante de la esencia de la literatura infantil; ¿lo
paradójico, laberíntico y onírico puede surcar los mares de la narrativa
infantil?
Durante los últimos años se ha llevado a cabo el Certamen
de Literatura Joven UANL, siendo uno de los certámenes literarios más antiguos
de la UANL. Y en la categoría de cuento infantil han resultado ganadores
cuentos cuya esencia reinventa lo que se pretenden con la literatura infantil.
En forma general, como ya se ha mostrado en todas estas palabras, la narrativa
infantil busca que el protagonista alcance el autodescubrimiento a través de metáforas,
ironías, paisajes fantasiosos o bastante normales, etcétera. También, como ya
se mencionó, el eje central recae en un personaje infantil; un niño.
Lo que ha venido ofreciendo los cuentos ganadores, entre
ellos El puente y La ninfa del río, es reinventar lo que se considera como
literatura infantil. El personaje de La ninfa del río es un ser cuyo
autodescubrimiento proviene desde una inocencia plena y absoluta. Que pretende,
con toda su pasión, el entender la mecánica del mundo observable. Los tiempos,
el curso imparable de lo evolutivo y volátil. Desde llegar al hastío, hasta
llegar a un autodescubrimiento que le arroja en el abandono de la incertidumbre.
La literatura infantil también debería mostrar el rostro a lo paradójico, a lo
sublime, a lo imposible de considerar, a los misticismos de lo que la vida es.
La ninfa del río, puesta por el azar en un río, contempla cada instante de la
humanidad. Desde los pequeños microorganismos que navegaban por el basto campo,
pasando por épocas jurásicas y el nacimiento del humano. Para, finalmente,
llegar el autodescubrimiento; la iluminación de un ciclo eterno que simplemente
no para. La ninfa es un ente observador de todas las historias que serán.
La literatura infantil, en esta posmodernidad, parece
abarcar nuevos campos a explorar en direcciones que antes no eran posibles. Tal
cual Jimmy Liao, con sus libros-álbum cuyo efecto residen en brindar una cálida
vista a las preocupantes de muchos niños que enfrentan situaciones que resulta
imposible expresar a veces.
La literatura infantil no es una literatura de menor
rango o inferior, resulta compleja y lograrla requiere reconocer todo un
espectro de circunstancias concernientes a la calidez y cercanía de los
sentimientos ya olvidados de lo que alguna vez todos fuimos; niños en un mundo
complejo y cambiante con emociones siempre en todas las esquinas. Y, como se
mencionó, la renovación constante de la literatura infantil demuestra interés
por lo que se desea que lea la audiencia infantil. Otorgar no solo fabulas
fantasiosas o moralejas simplonas; sino adentrarse a circunstancias que cultiven
el deseo verdadero de colocar a los niños en un contexto más grande de lo que
el mundo, los recuerdos, los abrazos, el tiempo y el amor significan.
OSVALDO GUTIÉRREZ ESPARZA (8 de abril de 1999, Monterrey, Nuevo León). Estudiante de Licenciatura en Física de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Con tendencias literarias mayormente al cuento. Ha publicado en revistas de ciencia como Celerinet sobre econofísica, publicaciones de cuento y ensayo en la revista digital La Otra Plana. Ganador del segundo lugar en categoría de cuento infantil del Certamen de Literatura Joven UANL 2019. Aficionado al cuento latinoamericano, a la narrativa de Dostoievski y al cine de Orson Welles. Y a veces escritor fantasma.
Imagen del escritor e ilustrador Jimmy Liao (Taiwán, 1958).
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