Nadie puede censurar o condenar a otro, porque nadie conoce perfectamente al otro.
Thomas Browne.
Tengo unas ganas tremendas de decir que estoy harta de las campañas políticas, que no coincido con… sí, sí lo haría, pero, quizá me meta en algún embrollo, uno en realidad nunca sabe quién le leerá y después lo andará diseminando por todos los lares, no, mejor calladito me veo más... ¿O no? ¿Para qué externo mi punto de vista de este o cualquier tema?
Las redes sociales son ahora nuestro escenario más preciado, todas y todos tenemos la oportunidad de comentar, exponer y señalar situaciones que en otros tiempos eran impensables; pero aún con toda esa libertad está brotando una fuerza de censura muy poderosa: la autocensura.
La censura[1] como la conocemos siempre había sido impuesta por otros, aquellos que reprimían las voces discordantes con el punto de vista expuesto, pero hoy, ante toda esa apertura de ser vistos, de tener múltiples miradas en lo que se escribe o habla, se está colocando un velo ante aquello que se quiere comentar ¿Por qué sucede? He podido reconocer dos elementos, el miedo y los intereses que están de por medio, se conforma una mordaza que no siempre es adjudicable a las personas que están en los medios de comunicación, estos se encuentran en todos y cada uno de nosotros; y es que se teme el recibir amenazas, humillaciones o exposición de la vida personal aunque ni siquiera se conozca; claro que no puedo descartar la comodidad, la pereza o la poca o nula ética al momento de la autocensura.
Cuando nosotros escuchamos una narrativa, en cualquier ámbito, o bien, nosotros la elaboramos, estamos colocándonos en un pretil moral; las redes sociales son ahora nuestra plaza pública, ahí se nos alaba o se nos sentencia, por ello la autocensura está cobrando impulso.
Ahora me comen.Ahora siento cómo suben y me tiran de las uñas.Oigo su roer llegarme hasta los testículos.Tierra, me echan tierra.Bailan, bailan sobre este montón de tierray piedraque me cubre.Me aplastan y vituperanrepitiendo no sé qué aberrante resolución que me atañe.Me han sepultado.Han danzado sobre mí.Han apisonado bien el suelo.Se han ido, se han ido dejándome bien muerto y enterrado.Este es mi momento.[2]
Creo que también existen personas que aún sin saber de qué va un tema y sólo por lo poco que lee en una entrada, un pie de foto o algún rumor escuchado dice, vocifera o sentencia a alguien o algo y provoca una desinformación en “efecto bola de nieve”. Pensemos que la autocensura también reside en decir sin decir, cuando se sabe que la censura causa efectos, las personas vamos desarrollando un lenguaje entreverado, con claves que van siendo descifrados como si fuéramos los pequeños de Hansel y Gretel, seguimos las pistas, pero no dejamos que nos cacen, no permitimos el linchamiento, sino que aún en el silencio planteamos nuestra opinión porque no podemos tener miedo de nuestra propia libertad.
El poder no puede coartarnos, no debe limitar nuestro albedrío; nosotros debemos clarificar los límites, pero nunca sopesando el miedo o el terror, sino qué hemos aprendido de quienes nos han antecedido; la palabra revela y rebela a quien la usa, somos seres que atesoramos las palabras porque nos representan y nombran el mundo. La libertad de expresión existirá aunque las leyes nos la coarten. No nos autocensuremos, la palabra nació para hacer tangible nuestro pensamiento.
Recomendamos que lean:
2. Garton Ash, Timothy. Libertad De Palabra: Diez Principios Para Un Mundo Conectado. TusQuets.
[2] Voluntad de vivir manifestándose. Reinaldo Arenas.
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