Desde la primera incursión en poesía, es inminente e invariable encontrarse con el Ars Poetica del autor a quien se está leyendo o recitando y en justa medida, hay algo en la forma de cada poeta para matar las pulgas que le provocan comezón; motivo de ruido e impronta –de una u otra forma– que comienza a gestar el cambio del lector a lector-escritor. Tal como en las reuniones familiares donde nunca falta el comentario sobre los cuerpos descendientes, a modo del Monstruo de Frankenstein por tener los ojos de la abuela, las orejas del tío, la boca de la mamá, el carácter del papá y un largo etcétera cadavérico.
No obstante, la construcción de la mente-lengua-ojo-mano del monstruo lector-escritor alcanza cierto punto donde rompe con lo familiar y crea nueva vida, define su propio Ars Poetica que a su vez acarreará el cambio al siguiente lector en ciclo infinito, que en el caso de Frontera interior presenta un acenso de la espiral hacia otra dimensión.
En parte ensayo, parte poesía, parte prosa poética, parte aparato, parte prótesis, Frontera interior es fiel a la propuesta de Antonio Gamoneda sobre la abolición de los géneros literarios en favor de la naturaleza propia del discurso; clasificar responde el incrementar la demanda, no para compenetrar el diálogo por invitación, a través de los apartados –casi estaciones de viacrucis– donde Astrid disecciona, narra, apunta y reflexiona sobre la poesía: primero, cómo, dónde y con quién aparece; segundo, el florecer: tomar conciencia de que hay algo en la palabra escrita que hace querer (per)seguir su blanca cola a través del agujero en el árbol.
Tercero, la construcción de esbozos a partir del préstamo de impresiones y su inminente infección libertaria para dar fin carnal a las nociones generacionales, dando paso a la búsqueda de nuevos referentes, caso que ocurre a su vez con la literatura y la fuerte reconfiguración sobre las necesidad y obligación de dar cabida a la voz de las mujeres, la voz de autores no-occidentales, no-académicos, en lenguas originarias, entre otras; “[…] no somos ajenos a ese deseo de mantenernos en un lugar que ya conocemos: un bucle donde tenemos bien calculada la pregunta y la respuesta.” (López, 2021, 39), pero sobre todo, en la manera que se lee (hoy).
Es posible que una aproximación retiniana, completamente visual, nos lleve a pensar que no hay nada detrás: como si pudiéramos ser espectadores desde un punto cero. Pero la lectura no es retiniana, sino conceptual, y quizá lo más difícil sea reconocer nuestras nociones previas y no tratar de ajustar el mundo ni nuestras nuevas lecturas a ellas. En lugar de fijar las respuestas que ya tenemos, activar solamente las preguntas. Leer el texto no desde la perspectiva del espectador, sino del creador: desde la técnica y la poética y no desde la estética. (Ibíd., p.40)
Los programas de cocina tienen un nicho muy especial en mi corazón. A mi abuela paterna le gustaba verlos. Nunca se los perdía, sentada en el sillón con su cuaderno de recetas y lápiz a la mano. Anotaba todos los ingredientes, los procedimientos, las recomendaciones del quien presentara entonces (siempre eran chefs consagrados por los años detrás de las hornillas, como si hacer un programa de televisión fuera una etapa lógico-evolutiva del gremio). Solo paraba de escribir era reír de los chistes o las anécdotas y para invitarme a sentarme junto a ella; no estoy seguro del recuerdo, aunque suena muy posible.
Todo
siempre se veía delicioso, salivábamos solo con la imagen (Si pudieran oler esto, frase infaltable e infalible), pero nunca
llegó a cocinar nada de lo visto. Con los años no he dejado de ver programas de
cocina, pero en lugar de hacerlo en la sala, a cierta hora, ciertos días, sintonizo
donde y a la hora que sea, a nuevos presentadores que no necesariamente
tuvieron una capacitación profesional en gastronomía. Habilita en su destello
Julia Child. Algo similar ocurre con los poetas, la mayor parte de la
literatura del siglo XX no está escrita por estudiantes de letras, sino también
por abogados, médicos, desertores académicos: destello que captura Astrid con
(nuevamente) el debate sobre lo que hace poesía a la poesía, hoy.
La técnica y la poética como parte del trabajo artístico, de todo lo que hay detrás de una pieza y de un artista: no sólo las costuras, también los caminos no lineales y las prácticas que se convierten en narrativas públicas, más allá de las obras. (Ibíd., p. 41)
En
consecuencia, la propuesta de Astrid se advoca, antes que otra cosa, a plantear
el crear por el hecho sencillo de crear; muy a lo Chavela Vargas: la poesía
nace donde se le da la (…) gana, y de la misma manera le puede ocurrir a cualquiera,
sin importar su condición y detalles de su persona:
la poesía es una lección insólita-espontánea-involuntaria-indeseada; no hay
vuelta de hoja si llegas a escuchar su voz fantasmagórica, caes a través del agujero.
Retomando un poco lo dicho antes sobre Child y los cheftubers, cabe integrar el detonante de la imitación/admiración, hecho
sustancial a lo largo de la propuesta de Astrid:
pedagógica como psicológicamente el recurso de la imitación como medio de aprendizaje se permite construir pautas, límites, criterios e incluso normas con las cuales el individuo adquiere noción de cierto orden, pero, la poesía, como todo arte, tiene dos filos: cada golpe daña al recepto del golpe a la vez que el autor se corta a sí mismo y en ese intercambio de sangre metafísica, acerca a dos o más personas hacia otro grado de nitidez, más clara u opaca. “Entregarnos a las palabras también es conceder que podemos lastimar y ser lastimados con ellas.” (Ibíd., p.94)
En consecuencia, Frontera interior plantea la noción homónima sobre que dentro de cada individuo existe una barrera, esmerilada quizás, que si bien divide la mirada en capas de realidad y sentido, dicho obstáculo no está exento de adelgazarse y permitir ver un poco más allá, incluso atravesar los planos. Situación que ocurre a partir del contactar las nociones mnemónicas: tomar los recuerdos como medio de contraste entre el mundo conocido, lo perdido y lo extraño; y segundo, desde la memoria genérico, especialmente desde las posturas de Garro, Manzoni, Ajmátova, Tsvetáieva, Maderi, Weil, Kristof, Aleksiévich, Arendt, Woolf; el reconocimiento de la labor historiográfica de la Dra. Josefina Muriel, Maya Angelou, Sara Uribe, entre otras mujeres, así como la propia Sor Juana Inés de la Cruz, artífice al inicio y cierre de la frontera de Astrid, donde la poesía, el poder de la poesía como medio creativo, es también baluarte para defender y resguardar a uno mismo. “Para escribir, nuestras condiciones materiales contribuyen a que seamos nosotras mismas: permiten construir nuestra voz.” (Ibíd., p. 96), que en sí es “una polifonía de registros” (Ibíd., p. 97) donde cada quien se planta en el mundo a partir de trazos firmes.
En la película “Poetry” (시; Shi, en coreano) de 2010, dirigida por Lee Chang-dong, la protagonista, Yang Mija (Yun Jeong-hee), al ser diagnosticada con Alzheimer atraviesa un taller de poesía y otras circunstancias con las cuales decanta en su único poema donde resume toda una vida: pasado, presente y porvenir a partir de artilugios metafóricos donde deja entrever el amor-dolor que está consciente que tanto ha dado como recibido, determinando así, al final, con sus propias palabras lo que será de sí misma. Yang, se reconoce al mismo punto que se libera a través de palabras que leen el último día del taller de poesía, del mismo modo que Astrid encontró la manera de ir contrarrestando el ruido blanco que se dispara de tanto en tanto.
Por último, queda decir que Frontera interior va más allá de la noción dogmática y academicista de lo que es y para lo que puede (¿debe?) servir la poesía. En 118 páginas, más que ensayo, Astrid López Méndez propone, canta una poética visionaria y refrescante hacia las profundidades. Desde su propia honestidad y las vicisitudes de inagotable tema que orbita siempre a propios y extraños, presenta una manera muy lúdica de reinterpretar, para bien, los ritos de la normalidad que ya la pandemia ha venido tensionando. Invita, indirectamente el comenzar a cambiar, dar la justa oportunidad a quien es la excepción de la regla.
La propuesta de Astrid continúa una noción tan natural y muy propia del Ars poetica que ella misma no declara arte poético, aunque muy seguramente Frontera interior es sin duda su primera gran obra en el ámbito, misma que está llamada a incrustar una brecha, un retoño, sobre el viejo árbol de la poesía. Por lo tanto, creo que cabe insistir en Hay que leer Frontera interior en voz alta para atravesar el eco.
Bibliografía
López Méndez, Astrid. (2020). Frontera interior. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial : Alacraña.
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