RESEÑA Hay tormentas en la vida, lo sé: Que ninguna tormenta se acerque (2021), de Sergio H. García || Francisco José Casado Pérez

Un poemario debe parecerse a la lluvia. No tanto por el preámbulo del viento que ruge truenos en su vientre a punto de reventar. Más bien en el largo aliento de la lluvia cayendo sobre el piso, sobre la azotea en ronroneo frío que va cubriendo cada centímetro cuadrado a la redonda hasta desprender el enervante aroma que conduce hacia lo más profundo del espíritu. Así es en gran medida Que ninguna tormenta se acerque del nayarita Sergio H. García, plaquette #006, con portada de Carolina Hernández, de la editorial independiente Crisálida Ediciones, domiciliada en San Luis Potosí, en la parte norte de México.

Con un comienzo a oscuras, así como en el vientre, García conduce su yo lírico a través de profunda tristeza donde, a lo Dungeons & Dragons, se enfrenta a sombras y voces revueltas con el sentimiento de pérdida con +10 en golpe directo a la nostalgia, complementada con una habilidad especial de apretujar el sentimiento de finitud, que de tan propia lleva a querer creerse ese santo que ha muerto, anunciado justamente por la lluvia.


Porque hay voces que no deberían
dejar de llamarse voz para llamarse recuerdo
ni mensajes que las callen para siempre
en la succión a lo desconocido. (García, 2021, 5)

Ciertamente toda muerte se reciente, incluso el hogar mismo también se ve afectado, debido a que en sí mismo, todo espacio habitable es una extensión complementaria del cuerpo que lo ocupa. Es donde vive y muere, en el mejor de los casos; me han dicho que morir en casa es de pronto de las muertes más complicadas por la tramitología que conlleva, especialmente porque hay un cierto porcentaje en el que la casa sea testigo material de un asesinato, aunque también puede ser a su vez el arma potencial. Con algunos de estos puntos, García nos antepone una casa testigo que también llora en forma de focos reventando, de las decoraciones que propician la oscuridad de la lluvia, hasta llegar a preverse a sí mismo igual que aquel cadáver, con la mínima diferencia del saberse finito, aplicando el cheat code (arriba, arriba, abajo, abajo, izquierda, derecha, izquierda, derecha, A, B, Start).

Si algún día   madre
en alguna patria de una habitación sola
                                    encuentras el cuerpo del que fue tu hijo
                        derrumba el cielo
            corre al olvido
y no mires atrás (Ibíd., p, 11)

No obstante, no es suficiente. La noche que “[…] nos amanece entre las vértebras / y crece hasta rompernos el eclipse […]” (Ibíd., p. 13), se confunde con el telón de los párpados cerrados “[…] con la mirada encajada / en el cuadro de tu foto” (Ídem.) por tanto llorar la pérdida, hasta hacerse preámbulo de la desesperación y desesperanza. Hasta volverse un hábito que de darle un poco de tiempo de maceración provoca que “[…] uno olvida por siempre / las formas correctas de llorar” (Ibíd., p. 14); motivo que incluso puede llegar a extenderse en la manera de concebirse a uno mismo, de ficcionalizarse uno mismo hasta el punto de quiebre.
 
No deseo escribir esto
            en los dedos tengo las palabras atascadas
y me duele cada explosión gráfica del llanto. (Ibíd., p. 15)
 
“¿Cuál es la medida métrica de mi daño?” (Ibíd., p. 20) se pregunta el yo lírico de García, tal si estuviese fuera de sí, cuando en verdad sigue recostado ahí entre lágrimas, porque hay muertes que matan un poco de cada quien y en consecuencia se hace una mudanza hacia ese agujero ensombrecido donde la lluvia gravita y milímetro a milímetro ahoga la casa.

Si bien toda plaquette se conmemora por su inmediatez, en no más de treinta páginas, la propuesta de García con gran prontitud se decide anquilosar en el dolor post pérdida. No da vuelta atrás, como tampoco paso adelante. Acierto que le permite darle su peso específico al malestar de la tristeza, que si bien es un tema universal, García lo pone a la mano de aquellos con vena artística, dando cuenta que también toda creación es un proceso de catarsis; sin embargo, que no necesariamente debe ir de A hacia B y C siguiendo una estructura narrativa. Al contrario, también existe el camino en espiral: la caída libre, así como la propia lluvia que mantiene estable su canto sobre muros y ventanas, ruido blanco que de pronto parece ser casi tan eterno como podría ser el dolor de una muerte.

Hay gente que vive con los aguaceros a flor de piel
que se lastiman y se relamen las lluvias
con pequeñas olas que terminan convirtiéndose en
tormentas (Ibíd., p. 22)

Motivo por el cual, es claro, Que ninguna tormenta se me acerque, se predispone, más que anatema, una taxonomía de la “Gente tormenta” (Ídem.) a la que en cualquier momento podemos llegar a formar parte. Por ello, así como en líneas anteriores, cabe prever un tanto ese ideal Heideggeriano del ser-para-la-muerte, anteponiendo la premonición que otrora diría Vallejo de su propia muerte, sin que interceda una bruja al puro estilo de Big Fish (2003) donde Edward Bloom conoce su muerte a través del ojo de vidrio de la bruja.
 
Le cierro la puerta a cualquier duda
espiritual surgida ante la amenaza
de marchitar la vida
No espero gritos                  ni golpes
No espero congregaciones ritualísticas sobre mi
cuerpo
 
Solo espero que haya sol
y que ninguna tormenta se acerque (Ibíd., p. 24)

Del mismo modo, así como el poema que queda incompleto en la libreta, computadora o en la punta del dedo o la lengua, la lluvia tiene de pronto la precisión de parar de pronto y nadie sabe qué sigue. Tal vez por eso, antes de que acabe la lluvia de García, tenga la oportunidad de decirle que...
 
Fuentes
García, Sergio H. (2021) Que ninguna tormenta se acerque. Plaquette #006, México: Crisálida Ediciones.

FRANCISCO JOSÉ CASADO PÉREZ (Ciudad de México, 1990). Director de Escrúpulos Editorial. Ha colaborado en revistas literarias y fanzines latinamericanos. Aparece en las antologías: 4ª generación de Nido de Poesía de Editorial LibroObjeto. Pandemials. Una antología viral (2021) de Sangre ediciones y próximamente en el Vol. III de ANT[RØP]OLOGÍA DEL FUEGO de Venezuela. Ha obtenido Mención Honorífica del I Premio de Poesía Internacional Bruno Corona Petit, 2020, Venezuela; primer lugar del I Concurso Literario Eiruku Ediciones, 2021, Argentina. Premio “Don’t Read” 2021 por su poemario Para mirar los pasos. Se encuentra en redes sociales FB: francisco.casado1 / IG: @fcocasado

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