ENSAYO Why? Answer me, why? || Nancy Hernández García


...y vive esta vida como si fuera la única porque es la única. 
“Inscripción en el ataúd”. Marco Antonio Campos

Mi vida no es completamente mía. Un día me di cuenta de que toda yo me he repartido en pequeños pedacitos entre mi familia, amigos, amores, mis gatos y mi perro, entre los libros leídos y las páginas que he escrito. Entonces ¿por qué desenfadadamente decimos es mi vida? Un impulso nos hace reclamarla como propiedad porque es el vehículo para transitar de ésta a la otra vida; materia con la obligación de vivir en el paréntesis que significan las fechas de nacimiento y muerte.
 
Misterio jamás revelado. Moneda en el aire con una sola oportunidad para ganar la apuesta. Imposición. Alma y cuerpo se trenzan para dar forma a esta atadura terrenal cuyo hilo se desliza lentamente mientras vivimos. Acaso sea el amor la única fuerza capaz de sublimar esta experiencia kármica.
 
Es un nudo también el que se corre entre el yo y el tú, el yo y el otro. Nudo el que forman dos cuerpos entrelazados cubiertos por los rayos de sol agonizante. Nudo las miradas, las caricias. Manos que recorren una espalda, atando y desatando, buscando, encontrando…  “adonde yo soy tú somos nosotros”, escribió Octavio Paz en Piedra de sol.
 
Nudo también es el que se forma alrededor de nuestros actos, decisiones, pensamientos y lo que inevitablemente nos ocurre. El nudo ata el interior y el exterior, la voluntad y el azar. Con hilos de ansiedad bordamos la existencia: “Es tan poco lo que uno escoge en la vida”, concluye Nancy Park, y ese descubrimiento se convierte en sentencia para el lector de Nudo, magistral novela del escritor veracruzano Sergio Galindo (1926 – 1993).
 
Galindo tiene la virtud de envolver al lector en las atmósferas de sus novelas, de la misma manera en la que Xalapa envuelve al paseante en su neblina a veces suave y otras densa; terciopelo del que difícilmente se sale, pues aún lejos de Xalapa, uno extraña sus calles empinadas y su chipichipi, condición propicia para la melancólica reflexión sobre la experiencia vital y las relaciones interpersonales que supone.
 
La palabra nudo se me convirtió en obsesión semiótica. Cuatro letras con la fuerza de un volcán y el mundo en su interior. ¿Qué es un nudo? ¿Por qué la existencia es como un nudo? La etimología dice que viene del latín nudus cuyo significado es juntura, articulación, punto de intersección de algo o punto clave en el desarrollo de algo. Juntura y punto de intersección son las definiciones que me aproximan a desentrañar por qué Galindo tituló Nudo a esta novela publicada en 1970, pero con un tema que no perderá vigencia.
 
Es cierto que a lo largo de nuestras vidas diferentes personas se nos anudan mediante un vínculo y este atado puede ser corredizo (pasajero) o ciego (permanente). Los escenarios en los que transcurre la puesta en escena también son cambiantes. El tiempo, cuarta dimensión que fascina a físicos y poetas, sigue su imparable curso; ¿vamos tras él o junto a él? Ambas y ninguna, pero lo encapsulamos en la memoria.
 
Popularmente se equipara la vida con un hilo cuya longitud significa el tiempo que uno pasará en la tierra. Dependiendo de la circunstancia, la vida es un hilo o apenas un hilito que las Moiras de la mitología griega cortan con sus filosas tijeras. Con esta metáfora, podemos pensar claramente a los personajes de esta novela: Nancy Park (Nan), Allan Green y Daniel Duarte.
 
Nan es el núcleo del grupo (o la gata que juega con los cascabeles), pero el trío puede desarticularse y adquiere otros significados: Allan y Nan bien podrían ser la pareja edénica (Adán y Eva) instalada en el paraíso trasladado a San Miguel de Allende. Allan, Nan y Daniel forman un triángulo; también son los satélites que orbitan alrededor de Nan.
 
Daniel, siendo un niño, se enamoró de la adolescente extranjera que llega a su familia tras la muerte de su padre, pues entre los padres de ambos existió una amistad derivada de los negocios. Allan sabe que comparte a Nan. Nan sabe que se comparte con ambos y disfruta el poder que tiene sobre ellos, aunque la relación no se tensa en ningún momento. La intimidad del trío es tal que cuando Daniel tiene parejas, ellas saben que “deben ser aprobadas” por Nan, quien las recibe cálidamente.
 
Sin embargo, el triángulo no llega al cuadrado. Las parejas de Daniel permanecen al margen de la peculiar relación del trío de amigos. El grupo logra una intimidad que no se escapa por los ángulos de ese triángulo que por momentos parece equilátero, pero la tendencia es hacia el isósceles. Nan, desde luego, es la arista superior que extiende sus largos brazos hacia Allan y Daniel. No obstante, el matrimonio funciona perfectamente. Allan y Nan se aman y disfrutan de su compañía. Daniel detona en ellos una profunda sensualidad. Las reuniones, siempre acompañadas de alcohol, tienen una atmósfera de libertad y conciencia del ser, plenitud.
 
Entre copas se hacen confesiones y expresan sus verdaderos pensamientos:
 
la sensación de trampa que puede adquirir la existencia a través de la cotidianidad […] toda relación humana termina en eso: se habita una cárcel y uno debe destruirla o fugarse. Y claro, la vida es una interminable repetición de cárceles, pero entre una y otra puede uno esperar o gozar de un poco de felicidad. Esos minutos que valen por todo, tan honda y aberrantemente que uno reincide y se deja caer en la trampa una vez más.
           
La cárcel de amor es un tópico explorado en la poesía de los Siglos de Oro, pero la introspección que hace Galindo en Nudo, me parece mucho más profunda por cruda, es decir, no adorna las imágenes, las presenta tal cual: las relaciones humanas son complejas y también son hermosas, misteriosas, egoístas, generosas, oscuras y luminosas, se tiene la sartén por el mango o se admite la sumisión. La piel es también una cárcel, recordemos el verso de Gorostiza: “Lleno de mí, sitiado en mi epidermis”, o “Yo soy mi propia casa”, de Pita Amor. Habitamos un cuerpo del que hacemos cárcel o casa, siempre un contenedor, recipiente cuando entra en contacto con otro. De ahí la fascinación, que es horror y deslumbramiento. La revelación del otro es una epifanía; encontramos un espejo o un abismo al que asomarnos.
 
En Nudo la existencia y el amor se entienden como actos contundentes. La revelación amorosa, un absoluto: “a nadie, en un momento tan preciso, he amado tanto”. El encuentro con y del ser amado deviene en hallazgo de sí mismo, en caer en cuenta de que la vida es efímera y por eso amar se vuelve necesario y urgente “abriendo brechas, exponiéndose al peligro del amor”. Entrega total que tal vez justifique nuestra presencia en este planeta. “¿Por qué vivimos? Why? Answer me, why?”, pregunta Allan y Daniel responde: “ni Dios te puede dar la respuesta. Vivimos y eso es lo único importante. Al carajo con todo lo demás”.
 
La narración corre como el agua de un arroyo, a veces tranquila y por momentos se forman remolinos. El lector, rendido ante el hechizo de la palabra de Galindo, pasa página tras página saboreando los fragmentos poéticos del flujo de pensamiento de los personajes que ante la imposibilidad de nombrar las emociones y sensaciones del placer, la existencia, el amor, la alegría, la amistad, se expresan en español y en inglés. El juego espacio temporal pone la novela a la par de las escritas en su época, integra recursos como el teatro e indicaciones técnicas de cine, el diario de Allan (su íntima sensibilidad) y la especulación para finalmente optar por dejar el nudo corredizo y no ciego.         

NANCY HERNÁNDEZ GARCÍA es escritora e investigadora, especialista en la narrativa de José Emilio Pacheco. Twitter: @algocomoneblina .

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