ACERCAMIENTOS De escritores yucatecos: una posibilidad de historiar la literatura yucateca | Adán Echeverría

Adán Echeverría

Hay un lugar justo para la Palabra, y un lugar indispensable para que surja el silencio. La literatura es un discurso único y propio, con sus reglas injustas y ornamentales de todos los días, que estarán dibujadas siempre desde el pensamiento y formación de cada autor, y evolucionan con base en el intelecto y la connotación de la sociedad de cada época. Luego de las batallas diarias en la era de la propaganda, de los mismos aspavientos en que siempre nos vertimos convertidos en palabra (hablada o escrita), la búsqueda seguirá siendo el silencio. Esa ruptura hacia el lenguaje en que nos hemos refugiado cotidianamente. De nada nos valió esbozar los primeros actos del lenguaje en nuestros balbuceos de la infancia, si la pureza del momento quedó atrás, al ser parte de nuestro propio idioma y recrearlo. No hay más que un resplandor constante en nuestros internos, y esa voz diminuta que nos acecha constantemente y que busca su expresión: la Palabra. Hubo un antes en que el pensamiento se encontraba detenido en los conventos y el pueblo no tenía acceso más que de oídas: oralidad y fe. Las personas no tenían libertad para las lecturas y retenían las ideas de la época por medio de la tradición, el dialogo, la conversación: “Los primeros documentos que muestran palabras escritas en nuestra lengua (…) se escribieron en la segunda mitad del s. X., o sea entre el año 950 y el año 1000, (Alatorre, 1995)”. La aparición de la Divina Comedia, en una lengua diferente (italiano) a la oficial (latín), permitió la apertura hacia nuevas oportunidades de la comunicación de ideas en ese otro sector de la sociedad que era el oprimido; la literatura comenzó su crecimiento: Los cuentos de Canterbury de Chaucer en inglés, la traducción de la Biblia por Lutero al alemán, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha por Cervantes en español. La palabra escrita escapó de los monasterios y cabalgo por la Europa formándonos la historia; y con los golpes de las conquistas, el empuje de un idioma sobre otros, las improntas, las mezclas se hicieron mayores, para llegar a nuestros días, mirándonos en el espejo, con ese espanto de que todo se repite una vez más, bien lo dice Vico.

A pesar de que renombrados literatos insistan en que la literatura es para los elegidos, para pequeños grupos tocados por la mano del entendimiento, es la misma modernidad quien nos ha puesto en la justa capacidad (por no decir oportunidad y limitarlo a los azares), de buscar el despunte de nuestras propias intenciones en espera de que el otro (el lector en este caso), pueda tener acceso a ellas. Cierto es que la literatura no es para elegidos, pero tampoco es para los débiles, sino para aquellos que busquen domesticarla, batallar con ella, y hacerla una herramienta. El crecimiento y evolución de las plataformas y soportes de las comunicaciones, en tiempo, aire, espacio, pueden alcanzarse con un parpadeo. Y con esa idea puedo afirmar que en estos momentos, es mucho mayor mi biblioteca electrónica –más de 1000 libros–, que la impresa y ordenada en los libreros de mi cuarto. La educación pública así como las bibliotecas, los libros electrónicos, los múltiples programas tanto de cómputo, como de las instituciones, junto con las oportunidades de reunión a las lecturas de los compañeros, nos dan para esta época, esa garantía de la expresión y sólo nos queda el hecho de intentarlo. Aunque se sepa que ningún programa de lectura podrá funcionar sobre el ideal de conseguirse el alimento. Primero curarse el hambre y luego poder leer, porque la lectura no es solo una forma de obtener información, también es un medio para el esparcimiento.

La creación literaria, lo mismo que la lectura, es un acto egoísta de soledad; y es partiendo de ese reconocimiento que uno tiene que entender sólo la parte que le pueda brindar su propia formación. Hay que pensar con el espíritu de Vasconcelos con su: Libros que leo sentado y libros que leo de pie; o en el libro de Harold Bloom: Cómo leer y por qué para protegernos dentro de nuestra propia opinión; sólo para dar ejemplos del gusto que puede tener cada lector. Sin embargo, y con todas las descalificaciones que pueda tener un libro, cuanto más una antología o compilación de creación literaria, es necesario dejar fluir, luego de la lectura, el pensamiento para que las generaciones futuras realicen los análisis necesarios, y los lancen al olvido mediante su punto de vista, dispuestas a perpetuar la literatura creada en Yucatán.

Para hablar de literatura yucateca habría que reducirse a tocar el tema de los creadores literarios y dejar a los investigadores la historicidad. En Yucatán es de agradecer la presencia de las escuelas de formación creativa y de escritores que hace poco más de un lustro vieron luz en la ciudad de Mérida, donde ya se habían asentado sendas carreras de investigación literaria tanto en la Universidad Autónoma de Yucatán como en la Universidad Modelo, y habrá que reconocer el trabajo anterior que se hacía en el Instituto de Estudios de la Comunicación en Yucatán (IECY), desde años atrás. Estas generaciones de estudiantes bien o mal han estado desarrollando el proceso metodológico de la investigación literaria, con sus congresos, revistas, posgrados, proyectos financiados, becas, salidas al extranjero, y algunos etcéteras. Bien por ellos. Sabedores, entonces, de que el nicho de la investigación en literatura está cubierto, habría que preguntarse el dónde poder revisar el trabajo de dichos estudiantes, para leerlos, y poder discutir acerca de sus investigaciones y donde las publican. La Enciclopedia Yucatanense fue publicada en 1977, yo contaba apenas con dos años de edad (nací en 1975). También es importante reconocer que las décadas de mediados del siglo XX fueron escenario para el desarrollo del Urbanismo, el llamado Boom Latinoamericano, el Realismo Mágico, así como el Estridentismo; todos movimientos literarios que correspondieron a la modernización e internacionalización de nuestro México (Almazán, 2005).

En cuanto a la creación literaria, habría que sopesar las obras que van siendo desarrolladas en cada espacio de tiempo sobre el que nos queramos detener y mirar. Antonio Mediz Bolio ya menciona que la literatura yucateca nace a mediados del s. XIX en torno a la figura de Justo Sierra O’Reilly, con quien se permitieron la creación de espacios para la publicación de sus ideas y creaciones, mediante la impresión de periódicos, aprovechando que la imprenta llegó a Yucatán desde 1813, procedente de La Habana, a través de los hermanos López (Manuel y José Tiburcio), misma que fue adquirida por Juan Francisco Bates para dar luz a los pensamientos del grupo conocido como sanjuanistas, que publicaron el 1 de marzo de 1813 el primer periódico en tierras yucatecas al que nombraron El Misceláneo (un periódico de índole mercantil), que junto con 71 publicaciones periódicas mas, amenizaron e informaron, convirtiéndose en un medio para la expresión de las ideas y la creación desde 1813 y hasta 1845 (Almazán, 2005; Zacatenco González, 2009; Rosado Avilés, 2010). En total 72 periódicos estuvieron circulando en Yucatán, aparecieron y desaparecieron, formaron agrupaciones, vertieron propuestas, y generaron el debate y la discusión de ideas, dejando un legado que a nuestras fechas modernas no hemos vuelto a tener.

Ya en 1967, el poeta y comentarista literario Clemente López Trujillo aventura una serie de nombres que ha dado Yucatán a la literatura, y lo hace aludiendo a su migración: “Casi todos nuestros escritores se marchan a residir en la ciudad de México, como se decía hace algún tiempo, "en busca de más amplios horizontes". Mencionemos algunos nombres: Ermilo Abreu Gómez, académico de la Española y de la Mexicana; José Esquivel Pren, Filiberto Burgos Jiménez, Ricardo López Méndez, Antonio Magaña Esquivel, Carlos A. Echánove Trujillo, Luis Augusto Rosado Ojeda, Miguel Ángel Menéndez, Carlos Duarte Moreno, Roque Armando Sosa Ferreiro, Gilberto Cantón, Esteban Durán Rosado, Bernardo Ponce, Ernesto Río Amora, entre los mayores, y que ponen muy en alto el prestigio literario de Yucatán. Distinguidos historiadores, como Silvio A. Zavala, de renombre continental, actualmente embajador de México en Francia, y J. Ignacio Rubio Mañé, director del Archivo General de la Nación. De las nuevas promociones, imposible citarlos a todos, pero van aquí algunos nombres: Fernando Espejo Méndez, Raúl Cáceres Carenzo, Juan García Ponce, Carlos Duarte Moreno hijo, Raúl Renán González, Joaquín Bestard, Miguel Civeira Taboada (López Trujillo, 1967)”.

Al leer podemos darnos cuenta que siempre se han formado grupos en Yucatán en distintos órdenes, respondiendo a sus propios tiempos, que mirados desde este presente, fueron, son y serán los actores que nos han dejado (dejan y dejarán) la tradición y nos han hecho aparecer en el mapa mundial de la creación literaria; nombres como Peón Contreras, Antonio Mediz Bolio, Eligio Ancona, Ermilo Abreu, Eduardo Urzaiz, siempre marcarán nuestras rutas; seguidos de personajes que en su momento fueron el palmarés de otra época muy diferente Carlos Moreno Medina, Juan García Ponce, Joaquín Bestard, Álvaro Ruz, José Díaz Bolio, Felipe Ruz, Fernando Espejo, Juan Duch Collel, Nidia Esther Rosado, Humberto Lara, que continuaron irradiando la tradición de un Yucatán colmado de historias y poemas; hasta llegar a esta época, dividida por las generaciones mayores y las que apenas despuntan; separada por reconocimientos y dudas (deudas en ocasiones), por la academia y la formación tallerista, en distintas facciones, como el crecimiento de una ciudad puede permitírnoslo. En esta, cada vez más creciente, ciudad de Mérida, habitada ya por un millón de habitantes, aún pueden leerse los nombres de: Irene Duch, Rubén Reyes, Roldán Peniche, Campos Munguía, Díaz Cervera, Indalecio Cardeña, Manuel Calero, Luis Alcocer, Jorge Lara, Melba Alfaro, Óscar Sauri, Miguel Ángel II, Carolina Luna, Will Rodríguez, Saulo de Rode por nombrar algunos. Habrá que estar conscientes de que la presencia de escuelas de educación superior en el área de letras, de la existencia de un programa de “doctorado en literatura” en esta capital yucateca, nos permitirá mirar desde otra perspectiva el conocimiento de la literatura en Yucatán. Ya no sólo serán El faisán y el venado, Canek, Eugenia, El gato, La cita, Viejo cocodrilo llora, Ayeres en desorden, Licantra, El sueño, La voz ante el espejo, Prefiero los funerales, Círculos de sangre las obras que estarán puestas bajo el análisis del ojo crítico, sino se deberá buscar la posibilidad de establecer contacto con esos otros momentos del tiempo: Cuaderno de los sueños, Siete. Obra poética, Muerte de Catulo, Cruóris o la rabia que fuimos, en poesía, y en narrativa Arimathea o la ciudad perfecta, Caída libre, El nido del cuervo, Disparados a la luna entre muchos más que forman parte del gran aporte de las publicaciones que van apareciendo en estas tierras.

Por eso es que en el Yucatán del 2015 (en que redacto estas notas) es necesario reconocer que son al menos seis las instancias que dedican parte de su presupuesto a la publicación de obras literarias de creación, dos de ellas tienen presupuesto público, y recaen en la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida, y en la Dirección de Literatura y Promoción Editorial (si es que aún conserva dicho nombre) de la ahora Secretaría de la Cultura de Yucatán. Otros tres son la Editorial Dante, Maldonado Editores y aquel proyecto de Unas Letras (ULE) que tenía a bien dirigir la periodista Eugenia Montalván. El sexto espacio encargado de publicar libros de creación literaria es el Departamento Editorial de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), que si bien cada año tiene a bien intentar por una o dos obras de creación, su mayor empeño está en obras de investigación en cualesquiera de los temas que aborden los investigadores de sus diferentes institutos y facultades. Los que conocen del tema sabrán que la búsqueda de la publicación de un libro en Yucatán pasa por estos mencionados espacios. Aunado a ellos se encuentran varios procesos: Convocatorias del Ayuntamiento de Mérida para publicación de obras. El Consejo Editorial permanente de la UADY y en recientes años de la Sedeculta, así como alguna beca que puede ser utilizada para publicación de obras que coordina y otorga la Dirección General de Culturas Populares con la beca de su Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Culturales (PACMYC). Uno puede acercarse a Maldonado Editores, pero privilegian la investigación sobre la creación literaria. Y la Editorial Dante en casi quince años solo ha sacado dos convocatorias para publicar a Creadores Literarios, en una primera convocatoria publicaron libros de narrativa como el Juan Esteban Chávez Trava, de ensayo, y de poesía como el mío y el de José Diaz Cervera, y en una convocatoria más reciente títulos firmados por Ivi May, Fernando de la Cruz, Rigel Solís, entre otros. Esto es más o menos lo que tenemos en Mérida, la de Yucatán. Se puede hablar de algunos sellos más que publican plaquetas o libros artesanales, o de alguna cartonera y hasta libros electrónicos en formato de documento portátil (PDF, por sus siglas en inglés), pero no son las más. El presupuesto del Ayuntamiento y de la Sedeculta en materia de publicar creación literaria no es inagotable, y por esa razón se encuentran convocatorias y consejos editoriales que den validez a los trabajos que son presentados con miras de llegar a los lectores.

En los últimos diez años, dos grupos con algún tipo de organización, se disputan los presupuestos literarios. Uno, más veterano, tuvo sus inicios en los años noventa (1993), conocido como Centro Yucateco de Escritores, A.C. (CYE) integrado (entre otros muchos que quizá no pueda nombrar) por los poetas Jorge Lara Rivera, Roger Metri Duarte, Luis Alcocer Martínez, Óscar Sauri, Saulo de Rode, Luis Ortega, Armando Pacheco, además de Patricia Garma e Ileana Garma; los narradores Manuel Calero, Arnaldo Ávila, Adolfo Fernández Gárate, Víctor Garduño, Carlos Martín Briceño, Roberto Azcorra, Will Rodríguez, Raúl Ferrera-Balanquet, además de Carolina Luna, Reyna Echeverría, Brenda Alcocer (qepd), Melba Alfaro, Verónica García, Nadia Us y Patricia Garfias; los dramaturgos Santos Piste, Luis Alcocer guerrero e Ivi May; los ensayistas Cristina Leirana, Celia Pedrero, Claudia Sosa, Aura Loza, Sergio Salazar Vadillo y José Juan Cervera; y el tallerista Francisco Lope Ávila, entre otros.

Y en los primeros años del año 2000 surgió otra agrupación denominada Red Literaria del Sureste (la Red), que comenzaría a desarrollar sus procesos formativos desde los salones de la academia, dentro de la Universidad Modelo, y la licenciatura en literatura hispanoamericana de la UADY, junto a los maestros José Díaz Cervera, Jorge Cortés Ancona y Rubén Reyes Ramírez. Algunos de sus integrantes son: Agustín Abreu, Carlos Bojórquez Urzaiz ex director de la facultad de antropología, Carlos Castillo Novelo, Miguel Ángel Civeira, Jorge Cortés Ancona, Manuel Iris, Tomás Ramos, Manuel Tejada, Rodrigo Ordóñez Sosa (actual presidente de la Red), Jorge Pech Casanova (ex integrante del CYE), Rodrigo Quijano Arjona, Rosely Quijano León, Nadia Escalante, Karla Marrufo, Marco Antonio Rodríguez Murillo, Mario Carrillo, Joaquín Tamayo, Joaquín Peón, Ricardo E. Tatto, entre otros.

Pero esa división que en ocasiones puede parecer notoria no marca la totalidad, existen otros autores que a fechas recientes ven en el desarrollo individual el motivo de su creación, y bien tienen compañeros y amistades en una u otra de esas agrupaciones; ya que no es necesario el gremio para la aportación de sus ideas, ni la comunicación de sus pensamientos, menos en una ciudad como Mérida que no para de crecer. Entre estos autores podemos citar a los narradores Miguel II Hernández, Alejandro Pulido, Alegría Agosto, Álvaro Chanona Yza, Rigel Solís, Iván Noé Espadas Sosa, Daniel Ferrera, Violeta Azcona Mazun, como a los poetas Fernando de la Cruz, Ricardo Romero, León de Almeida, Karín Mijangos, María José Pasos, Mario Pineda Quintal, Ángel Fuentes Balam, Jorge Manzanilla Pérez, Esaú Cituk Andueza, Andrea Domínguez, Alejandra Ake Sustersick y Katia Rejón, entre muchos otros que van surgiendo y surgirán con el paso de los años.

Un poco de triste historia

Para poder reconocer la historia desde los años noventa hasta este 2015, necesario será mirar que la hegemonía de los dos grupos que en su mayoría arropan a los escritores yucatecos de actualidad tuvieron un mismo inicio: Jorge Cortés Ancona, principal crítico del CYE, e impulsor de los compañeros que dieron lugar a la Red, también fue miembro fundador del Centro Yucateco de Escritores, A.C. (CYE), y sabedor de que toda historia tiene al menos dos versiones, alguna de ellas da cuenta del distanciamiento de Cortés Ancona respecto de miembros fundadores del CYE. Las razones solo ellos deben saberlas. Lo real es que el CYE tuvo a bien asentar su bastión desde el El Juglar, suplemento cultural del desaparecido Diario del Sureste, y dentro de las hordas burocrático culturales impulsadas por Jorge Esma Bazán, en el Instituto de Cultura de Yucatán, que diera lugar a lo que es hoy la Secretaria de Cultura, poniendo al frente del área de literatura a Roger Metri, y después a Jorge Lara. Cuando el Partido Acción Nacional llegó al poder, Óscar Sauri Bazán dejó el disfraz de rojito que siempre ha querido vestir, y se lanzó para dirigir la Dirección de Literatura. Esta le fue entregada por la dupla Roger Metri-Jorge Lara, quienes siempre han consentido en tener ahí junto a ellos a Melba Alfaro en una especie de triunvirato.

Llegado Sauri al poder, bajo el escudo de todo el poder a los soviets, en que siempre ha intentado manifestarse, sostuvo a su lado a Melba Alfaro y acercó al excelente ensayista e investigador José Juan Cervera, de esta forma todo comenzó muy bien, aún hoy algunos no quieren considerar la apertura que tuvo Sauri con personajes de lo que posteriormente formarían la Red Literaria del Sureste, puesto que su oficina era a diario visitada por Tomás Ramos, Manuel Tejada, Juan Esteban Chávez Trava, Rodrigo Ordoñez, Nelly Rincón Pedrero, entre otros (nadie me lo tiene que contar yo mismo los miré muchas veces ahí, y los saludé), y en eso ires y venires tuvieron sus desacuerdos. No hay que olvidar que fue el mismo Óscar Sauri quien comenzó la creación de la revista Camino Blanco, que aún permanece en la dirección de literatura, y sacó al menos dos antologías para mostrar plumas emergentes: Venturas, Nubes y Estridencias con los ganadores y menciones de honor del Primer Premio de Poesía Joven Jorge Lara 2002, y Nuevas voces en el Laberinto, novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975, dos obras que retratan los inicios del milenio y que muestran las plumas de autores jóvenes de todas las extracciones, y sus quehaceres poéticos, narrativos y hasta ensayísticos. Sauri también dio salida a una amplia variedad de títulos incluso de escritores que jamás formaron parte de alguna agrupación como Winston Tamayo.

Pero fue con la aparición del libro Nuevas voces en el laberinto: Novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975 (Instituto de Cultura de Yucatán, 2007), que Sauri presento una oportunidad de mirar un momento exacto de la sociedad yucateca (en particular de la ciudad de Mérida del año 2004) en el que una treintena de jóvenes formados en Yucatán tuvo la oportunidad ser leída. Tres años pasaron desde que se gestó el proyecto para obtener la impresión del documento. Ese fue el punto de partida de una generación que trajo a esta ciudad de Mérida, una nueva voluntad en la expresión para transformar (si cabe el argumento) su sociedad. Sabemos que la obra literaria es la construcción de un mundo imaginario, ficticio por medio de palabras en la que el lector tiene la oportunidad de mirar el momento justo, la conjunción de intenciones artísticas en los textos poéticos, narrativos e incluso expresiones críticas y de análisis literario que confluyen en este documento. Habrá quienes sospechen del punto culminante de esta generación agrupada a partir de 1975. Los libros no deben escribirse para complacer ni entretener a una parte de la sociedad en una región indistinta sobre el mapa sino para la posteridad, para que en el año 2040, uno pueda siquiera conocer la mentalidad y el trabajo artístico de aquellos jóvenes que fueron Ivi May, Rodrigo Ordoñez, Nelly Rincón, Nadia Escalante, Rosely León, Manuel Iris, Juan Esteban Chávez Trava, Patricia Garfias, Manuel Tejada, Mario Pineda, Nelson Ibarra, Karín Mijangos, Tomás Ramos, Roberto Azcorra, Verónica García, entre otros, habitantes de un mismo espacio, un pedazo de tiempo al que los futuros lectores mirarán, si se les presenta la oportunidad. Nuevas voces en el laberinto se divide en tres apartados: Poesía (12 autores), Narrativa (14 autores) y Ensayo (6 autores). Abarcando un rango de edad que va desde los nacidos en 1975 hasta los nacidos en 1986. Sana iniciativa impulsada por Óscar Sauri en su momento.

Mientras todo aquello iba ocurriendo desde 1993 hasta el 2004, Jorge Cortés Ancona, dejó el CYE, y comenzó una búsqueda diferente que lo llevó a validar su amplio conocimiento cultural desde las páginas del periódico Por Esto!, que lo condujeron a las actividades académicas en la Universidad Modelo, y desde ahí, con el apoyo a sus ideas por parte del poeta José Diaz Cervera que regresara a vivir a Mérida desde Chiapas, así como de Rubén Reyes Ramírez quien dirige la Escuela de Humanidades de la Universidad Modelo donde se ubica la Licenciatura en Lengua y Literatura Modernas, apoyados además por la comunicadora Virginia Carrillo, trazaron proyectos integradores para una propuesta cultural y literaria distinta a la que pretendía el CYE. El motivo existía, los gestores se habían encontrado en la Universidad Modelo, en la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la UADY, y en las páginas del periódico Por Esto!; era necesario contar con jóvenes que tuvieran esa disposición y entrega. Jóvenes creativos, que mostraran capacidad. Para ello Manuel Iris nos aclara, en uno de sus apuntes que tuve a bien encontrar: “Durante mis años de bachillerato, que cursé en la escuela Preparatoria No 2 de la UADY (1997-2000) tuve, junto con un grupo de gente de mi edad o de edades muy cercanas, intenciones de hacer literatura y, muy específicamente, poesía. El asunto no era fácil y, si no hubiera sido por dos profesores de esa preparatoria a los cuales recuerdo con mucho cariño, Jesús Aranda y Rafael Pinto, no se hubiera formado el colectivo literario Palabras de mentes ni la preparatoria hubiera conocido su periódico mural-literario de aquel momento, La bizarra lo cura, en el cual los integrantes del colectivo (no quisimos nunca llamarnos taller) publicábamos, muchas veces con seudónimos, nuestros textos. Las reuniones de Palabras de mentes se llevaban a cabo los sábados, muy cerca del edificio central de la UADY, y a ellas asistíamos, entre otros, Nadia Escalante, Omar Góngora, Manuel Tejada, Luz Elena Herrero, Roberto Fitzmaurice y algunos otros amigos que ahora forman parte de la vida cultural yucateca y hasta nacional. Para este momento, sin embargo, no existía una sola revista literaria a la cual pudiéramos tener acceso. Es decir que, si bien existían algunas publicaciones locales, estas parecían imposibles de penetrar y era, por tanto, necesario gestar nuestros propios medios de producción cultural. Pero esto era demasiado pedir para unos muchachos que no desarrollaban una propuesta conjunta, sino apenas un cúmulo de muy incipientes poéticas simultáneas (Iris, 2013)”.

Vale la pena apuntar, contra lo que menciona Iris en su párrafo, que desde 1993 se contaba con Navegaciones Zur, y que el CYE, de igual forma tenia espacios de publicación en El Juglar del Diario del Sureste, e intentar comprender el por qué no tenían acceso a participar de dichos medios: “La revista Navegaciones Zur es hoy en día un referente obligado en la literatura yucateca contemporánea. Con 1204 escritos literarios en su haber, y 53 números que vieron su inicio un dos de octubre de 1993, esta revista da una muestra de las principales expresiones artísticas en el municipio, pero también difunde el oficio literario de otras regiones geográficas, sean éstas nacionales o internacionales (Leyva, 2011).” También se puede anotar que desde 1982, trabajos de escritores jóvenes que se reunían en el edificio central de la UADY, presentaron sus propuestas literarias en libros colectivos como Cuadernos del Taller Literario que publicara a muchos de los hoy integrantes del CYE, en una primera época, y Kuuxeb, en una época posterior donde participa la generación que cita Iris en su documento. Y cuando en 2004 se gesta el proyecto de Nuevas voces en el laberinto, se convoca a todos los jóvenes que escribían en Mérida, dando continuidad a una tradición que puede servir para releer compilaciones o trabajos anteriores de agrupamientos de obra literaria como: 6 poetas jóvenes de Yucatán, La sed del fuego donde destaca Reyna Echeverría, Luna posible que incluye a Fernando de la Cruz y al mismo Roberto Fitzmaurice que también cita Iris. Otras compilaciones son: La voz ante el espejo, Litoral del relámpago: imágenes y ficciones, La otredad coordinada por Melba Alfaro, y el Venturas, nubes y estridencias que arriba hemos apuntado.

Los jóvenes que terminarían formando la Red, siempre vieron la literatura no solo como el oficio que es, sino que apostaron por la metodología científica, académica, y desde ahí la proyectaron con mucho tino, aunque quizá con cierto menosprecio del grupo del que se sentían antagónicos, como también lo deja entrever Iris en este párrafo: “Tristemente, varias de estas lecturas y algunas interacciones personales con escritores casi siempre pertenecientes al Centro Yucateco de Escritores, grupo literario local y asociación civil que concentra todavía diversas generaciones, y que tiene un su seno varios creadores de valía como, por ejemplo, Carlos Martin Briceño, y que por un conjunto de coyunturas tanto escriturales como políticas tenía en ese momento la hegemonía incuestionable del campo literario local, acabaron por distanciarnos: el afán de algunos miembros de este grupo por conservar su poder institucional y su protagonismo en el campo cultural, para poder lograr con ello prebendas económicas que se manifestaban en premios, becas y publicaciones locales que, además, no necesariamente traían consigo la garantía de calidad de la obra, nos pareció demasiado evidente. Sin adoptar una actitud contestataria, los que en ese momento éramos muy jóvenes decidimos, sin decidirlo en bloque, no enfrentarnos frontalmente con nadie y hacer nuestras carreras por otros lados tanto en lo estético como en lo institucional, y las condiciones para ello comenzaban a darse. (Iris, 2013)”.

Necesario me es, ante este comentario de Manuel Iris, presentar otra idea que se venía gestando en una escritora de la misma generación de Iris (los dos nacidos en los 80’s), quien explica de esta forma sus primeros caminos en las letras: “Así los años, poco a poco coincidí con los suplementos y las revistas culturales que circulaban en Yucatán, las antologías y los rostros, esos poetas que formaban parte del Centro Yucateco de Escritores. Estos encuentros se dieron en el 2003, y a la par, con varios compañeros jóvenes, (camaradas de la preparatoria) coordinados por el poeta Adán Echeverría, nos dimos a la tarea de formar un taller literario independiente a todos los círculos existentes en nuestra región. Empezamos a reunirnos todos los viernes, leíamos a nuestros autores favoritos, leíamos poetas desconocidos, intercambiábamos libros, perdíamos para siempre libros amados, ganamos grandes lecturas, escribíamos, y nos criticábamos arduamente. Cada sesión era un ejercicio crítico constante que duraba horas y se alargaba hasta más no poder con la ventaja que nos permitía la Biblioteca Pública Central, donde nos abrían las puertas. Años después, ya en la ciudad de México, conocí muchos talleres literarios, pero ninguno logró enseñarme tanto como aquel primero, de donde surgió: la Catarsis Literaria el Drenaje. (Garma, 2012).”

Podemos mirar entonces que los jóvenes nacidos en la década de los ochenta, con intenciones literarias comenzaron una búsqueda diferente, mirándose sin desearlo dentro de una batalla que jamás fue ideológica ni estética, sino banalmente por prebendas presupuestarias. Iris comenta que venían de la preparatoria numero dos, mientras que Ileana Garma se refiere a sus compañeros de la preparatoria uno, ambas de la Universidad Autónoma de Yucatán: “A iniciativa de los jóvenes Nelson Ibarra y Patricia Garfias, quienes hablaron con el Ing. Pedro Álvarez Castilla solicitándole la realización de un taller de expresión literaria en donde pudieran desarrollar sus inquietudes artísticas, el Ing. Álvarez los puso en contacto conmigo y se decidió comenzar a trabajar, siempre y cuando, los jóvenes mencionados contactaran a más personas. Una vez que se contó con al menos 10 muchachos, la mayoría de ellos estudiantes de la preparatoria 1, el Ing. Álvarez nos ofreció un espacio en la Sala de Lectura que el INJUVY tenía, y comenzamos a sesionar los sábados de 5 de la tarde a 8 de la noche (Echeverría, 2005)”. Yo coordiné el taller de creación literaria del Injuvy (2003-2004) y el Taller Literario Grietas (2004-2005), que mudo para conocerse como un proyecto mayor dentro de la Catarsis Literaria El Drenaje, desde 2005 hasta este 2015: “Y es en el 2008 cuando la Catarsis Literaria – El Drenaje regresa a la vida en forma de un embrionario proyecto editorial con la idea de emprender la creación de un mapa poético que reuniera a una buena cantidad de poetas jóvenes de nuestro país, este proyecto se consolidó y se dio a conocer con el nombre de Mapa Poético de México en agosto del 2008. (Almazan-Ramos et al, 2012)”.

Como señala Iris, todo estaba dado para que en el 2003 surgiera la Red Literaria del Sureste, y los enfrentamientos que habían comenzando entre Cortés Ancona y personajes del CYE, fueron heredándose hacia los integrantes de ambas agrupaciones (lo mismo ocurría en las juventudes que se acercaban al CYE, para descalificar el trabajo de Cortés y los suyos; como entre los de la Red, para descalificar a Sauri, Lara, Metri y otros).

Mención aparte merece, dado que es la historia que mas conozco, el que algunos personajes del CYE sean renuentes, aun hoy, a que otros jóvenes entren a engrosar sus filas; los últimos fueron alumnos míos Patricia Garfias, Nelson Ibarra, Ileana Garma, pero los del CYE nunca permitieron la total inclusión ni de Jorge Manzanilla ni de Mario Pineda o el Dr Eduardo Suárez; y fue esa misma renuencia de algunos de sus integrantes, rayando en la negación rotunda, lo que me impulso a renunciar al CYE en el 2013.

Decía ya que estas descalificaciones entre uno y otro bando de escritores nunca fueron acerca del proceso creativo, ni para el análisis de textos, ni de sus obras, ya que hasta ahora es difícil encontrar literatura especializada que analice alguna obra literaria publicada en los últimos 30 años, considerando el año 1993 como el nacimiento del CYE. Apenas el excelente trabajo sobre la revista Navegaciones Zur, desarrollado por Damiana Leyva (curiosamente perteneciente a la Red) que por acá hemos citado. Las descalificaciones de uno y otro lado son sobre el presupuesto para los premios, becas, viajes a encuentros, el pago por lecturas o talleres y publicaciones. Pero uno quisiera ya poder encontrar artículos académicos sobre la obra literaria de los narradores yucatecos, el material es vasto entre Manuel Calero, Víctor Garduño, Carlos Martin Briceño, Roberto Azcorra, Carolina Luna, Eduardo Suárez e incluso el reciente libro de cuentos de Ileana Garma, como para la poesía como el libro recientemente aparecido de Rodrigo Quijano, el de Jorge Manzanilla, o la antología de nacidos en los ochenta que han compilado Murillo y Manzanilla, llamada Casi una isla. Pero no, todo queda en algún texto de presentación de libro, quizá alguna reseña, y nada más.

Arriba comenté que Sauri Bazán tuvo que entregar la dirección de literatura, a regañadientes, porque ya había enloquecido con ese poquito de poder que tenía, y tuvo que dejarla en manos de Jorge Cortés Ancona, cosa que caló profundamente en personajes del CYE, y entonces la batalla se hizo más ruda. Se comenzó la publicación de obra y obtención de becas, presupuesto para viajar a encuentros y congresos entre personas afines a la Red Literaria del Sureste, (o eso han afirmado los del CYE) pero como dichas afirmaciones terminan siendo intrascendentes si no se demandan por las vías legales, o se establecen las pruebas, solo quedan en acusación pública, siendo un risible chisme al que nadie le presta atención. En mi caso puedo afirmar que antes de que terminara su gestión dejé de ser apoyado por Óscar Sauri, y que desde que se dio el cambio siempre he sido apoyado por Jorge Cortés Ancona, cuando presento proyectos; por eso no miro con ojos de fanático aquellos golpeteos de los que algunos hablan. En el intermedio entre Sauri y Cortes Ancona, el CYE tuvo otro bastión, la presencia de Celia Pedrero y sus dotes de apertura dentro de la Dirección de Literatura del Ayuntamiento, quien dio cabida a ambas agrupaciones (todos los que participaron tuvieron aceptación y cabida), lo mismo ocurrió –a mi juicio- cuando Roger Metri llegó a la dirección de cultura del Ayuntamiento, el proceso continuó en la apertura. Sin embargo otros no estuvieron conformes y se recrudeció la división, y muchos han acusado a Metri de favorecer a algunos pocos. Nuevamente sin pruebas ni denuncias reales. Tristes los intelectuales que se sirven solo de la prensa al sentirse violentados en sus derechos y que al no conseguir lo que quieren, no acuden a instancias legales, dejando todo en un berrinche. Antes de que Roger Metri fuera nombrado Secretario de Cultura, se decía que estaban cerrándose las puertas al CYE en la dirección de literatura del Gobierno, mientras tanto no se veía apertura a la Red Literaria del Sureste en el Ayuntamiento de Mérida por unos años. A la Dirección de Cultura arribó Irving Berlín Villafaña, desde la Universidad Modelo, con los antecedentes arriba expuestos el CYE vio cerrado el camino, hasta que Metri fue nombrado Secretario de Cultura.

El conejo volvió a saltar y los reacomodos ocurrieron de nuevo. Trasladados los dos grupos al gobierno Roger Metri y Jorge Lara liderando Sedeculta, a donde pertenece la dirección de literatura que continúa a cargo de Jorge Cortés Ancona, y Berlín Villafaña en el Ayuntamiento. Muchos integrantes del CYE pidieron la cabeza de Jorge Cortés Ancona, pero esto hasta ahora no ha ocurrido, y han tenido que trabajar en conjunto. Yo creo que hay espacio para ambas agrupaciones, y para los que no pertenecen a ninguna de ellas, lo cual ahora es mi caso. Es bueno escuchar desde la voz del actual presidente de la Red Literaria del Sureste, Rodrigo Ordóñez, el hartazgo de este tipo de descalificaciones entre unos y otros y abogar por la inclusión. Lo mismo sucede con el CYE, ahora presidido por alguien como el Dr. Luis Alcocer Martínez, quien siempre ha tenido a bien no ser de esa idea de gregarismo ni de la discordia, y sí de la apertura y diálogo.

Pero aun así en octubre de 2015, la Sedeculta presentó un Congreso al que denominó “Estética, discurso y entorno: 200 años de literatura yucateca”; pero lo organizó como una nueva idea de mantener la batalla tonta de siempre. Melba Alfaro apareció como principal motor para el evento, lo cual vuelve a mover los cimientos del descontento. El evento se construyó al vapor y sin publicar convocatoria para los interesados, aun siendo una fecha tan importante como el considerar lo que arriba he señalado como el nacimiento de las publicaciones en esta tierra (1815), y para los 200 años de celebración literaria, decidieron dejar de lado a investigadores y creadores de la Red Literaria del Sureste. No es de esperar y ver los pobrísimos resultados, 200 años de celebración que pasaron sin pena ni gloria para la historia de la literatura. Con estas actitudes lo único que logran es mostrar de nuevo una innecesaria batalla gestada por integrantes del CYE, ¿acaso no logran darse cuenta de ello? Lo real es que cuando se trate de tu propio dinero invita a tus amiguitos, pero si se usa dinero de los contribuyentes, hay que tener una apertura total y buscar la integración en pro de un bien social

Espero que estos pequeños apuntes ayuden a conocer la raíz de este tipo de disputas entre los personajes de la literatura de Yucatán, para darnos cuenta que los autores no son la búsqueda necesaria, que lo real tienen que ser siempre las obras que estos producen, para leerlas, disfrutarlas, analizarlas y pasarlas de mano en mano, de boca en boca. Yo los invito a que discutamos sobre las obras literarias y no únicamente sobre los personajes que las escriben. Yo saludo a los creadores que siguen vigentes: Carlos Martín Briceño, el principal entre todos, que sigue leyéndose a nivel nacional haciendo que el centro del país mire hacia estas regiones del sureste, y espero que siga manteniendo el reconocimiento de unos y otros dentro de los que somos realmente lectores. Manuel Iris, Nadia Escalante, Ileana Garma que siguen ganando becas y premios nacionales por sus trabajos de poesía. Will Rodríguez por su excelente prosa que sigue publicándose, además de sus otros proyectos de cocina. Arnaldo Ávila, Jorge Manzanilla, Mario Carrillo, Marco Antonio Murillo, Rodrigo Quijano, Irma Torregrosa por sus premios estatales y regionales; Rígel Solís por su novela que ha cruzado el charco llamado Atlántico. Iván Noé Espadas por su terquedad y constancia. Saulo de Rode por su vigencia. Roberto Azcorra por su calidad literaria. Ángel Fuentes Balam por su atrevimiento. Fernando de la Cruz, por sus ideales. Mario Pineda por su desenfado. Autores que ahí mantienen vigente la tradición de la literatura yucateca hacia el afuera, más allá de lo yucateco. Y abramos los ojos para recibir las propuestas de Violeta Azcona Mazún, Esaú Cituk Andueza, Cristian Celis, Roberto Cardozo, Ariel López, Javier Paredes Chi, entre otros. Y espero que todos aquellos que se dicen escritores y que siempre se presentan en las mesas de lecturas y debates literarios, se pongan a escribir un poco y construyan una obra y dejen de vivir de los dos poemitas o dos cuentitos que publicaron en sus años mozos, que siempre tienen listos para meter en toda antología que tenga presupuesto. Esto es lo literario verdadero, y quienes quieran pueden apuntarle más, para seguir discutiendo.

Literatura consultada

1.   Alatorre, A. (1995). Los 1,001 años de la lengua española. El Colegio de México, A.C. 342 pp.
2.   Almazán Ramos, María Dolores, David Anuar González Vázquez Mónica Quintal Cortés (2011). Más allá de la literatura. Por Esto! http://goo.gl/QqQFcG
3.   Almazán Ramos, María Dolores (2005). REPRESENTACIÓN LITERARIA DE LA IDENTIDAD YUCATECA
EN EL DISCURSO ENSAYÍSTICO DE YUCATÁN, 1910 – 1960. Tesis Doctoral.
4.   Echeverría, A. (2005). Sobre el taller literario INJUVY. Publicado en http://goo.gl/fQA51H, el 7 de febrero de
2005 a las 12.30
5.   Echeverría, Adán e Ivi May, comps. (2007) Nuevas voces en el laberinto: novísimos escritores yucatecos
nacidos a partir de 1975, Instituto de Cultura de Yucatán. 426 pp.
6.   Garma, I. (2012). INAMOVIBLES SUEÑOS - LITERATURA MEXICANA http://goo.gl/QAby6t enero 8 de
2012.
7.   Garma, I. (2012). PRIMER ENCUENTRO DE REVISTAS CULTURALES EN QUERÉTARO
(MÉXICO); http://goo.gl/AUcfPD4 de junio de 2012. 
8.   Iris, M. (2013) ¿Decíamos ayer?: Mirada retrospectiva a la última década de poesía escrita en Yucatán.
Octubre 23 de 2013. http://goo.gl/1cZKUp
9.   Leyva, D. (2011). Origen, presente y perspectivas del centro yucateco de escritores, a través de la
revista Navegaciones Zur. Revista de literatura mexicana contemporánea, ISSN 1405-2687, Nº. 50, 2011, págs. 101-107.
10.López Trujillo, C. (1967). El clima literario yucateco en el siglo XIX. Determinación de las Circunstancias que lo Favorecieron. Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán. No. 237, 2006. pp.: 49-54.

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Adán Echeverría. Mérida, Yucatán, (1975). Premio Nacional El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva 2008, Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007), Estatal de Poesía Joven Jorge Lara (2002). Becario del FONCA en Novela (2005-2006). Poemarios El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008) y Tremévolo (2009); Cuentos Fuga de memorias (2006) y la novela Arena (2009). Compiló en Disco Compacto Del silencio hacia la luz: Mapa poético de México. Autores nacidos en el período 1960-1989 (2008).


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