CUENTO ¿Ser feliz? | Fredy Landeros Adame


Quién no se iba a enamorar de ella, quién en su sano juicio no sucumbía a su linda sonrisa, al movimiento de su cadera, a sus grandes ojos cafés, a los tatuajes que adornaban su cuerpo, no escultural pero perfecto, la respuesta era fácil: todos.
Isabella creció en una familia grande pero disfuncional. Tenía hermanos, tíos, abuelos y a sus padres, los cuales se separaron cuando ella era muy pequeña, y fue lo mejor, siempre estaban peleando, quizá por esa razón no creía en el amor, nunca tuvo un ejemplo de pareja perfecta más que el de las películas románticas que le aburrían. Tenía veintidós años y ya se había acostado con unos 30 hombres y un par de mujeres también, qué se puede decir, vivía su sexualidad al máximo.
Llegó a tener algunos novios, aunque ciertamente no le gustaban las relaciones serias, duraban uno o dos meses como máximo, además le desagradaba la fidelidad, por eso prefería estar sola y, aunque regularmente se le veía muy alegre, en ocasiones se deprimía se sentía sola, con un vacío por dentro porque, vacío que a veces llenaba con cerveza, tatuajes, marihuana, o sexo casual. También se refugiaba en filosofías occidentales como el budismo o hinduismo.
            Los hombres, todos, se enamoraban fácilmente de ella, hasta los más patanes, unos por su extrovertida forma de ser, otros por lo linda que era, por su amabilidad y, otros, los más afortunados, por su manera de coger. Era muy habilidosa, además había leído libros como el kamasutra y el tantra, cuyas enseñanzas ponía en práctica a la hora del acto. Lo hacía de todas maneras y en distintas posiciones, eso sí, tenía una regla, no mamársela a cualquiera, pocos fueron dichosos de sentir el arte de su boca entre sus piernas, entre ellos Yidam.
Muchos conocían ya la fama de Isabella. Él lo sabía pero no le importó. Fue uno de los tantos que se enamoraron perdidamente de ella pero el único que logró llegar a su corazón. El único amor de su vida. Eran amigos de tiempo atrás, no de esos mejores amigos que se cuentan todo o que salen juntos. Simplemente amigos, conocidos que nunca se ven pero cuando lo hacen se saludan como si se quisieran mucho, pero que a final de cuentas no tienen nada de qué hablar. Ese día fue sábado, cuando cogieron por primera vez, todas las buenas historias comienzan en sábados alcohólicos.
Estaban en una fiesta con mucha gente, mucha cerveza y mucha droga. Ellos se encontraron en el patio. Él estaba harto del humo de marihuana que infestaba toda la casa y ella salió a hablar por teléfono. Se miraron y se saludaron como siempre lo hacían, entusiasmados, quizá ya había algo entre ellos y no lo sabían. Charlaron un rato, de lo de siempre primero y de otras cosas después. Luego de unos minutos Yidam le dijo que lucía muy bonita, la miró a los ojos, la tomó del rostro y la besó. Isabella se dejó llevar. El beso tuvo un comienzo romántico. Su intensidad subió al ritmo de sus respiraciones.
Él le apretaba una nalga con una mano y un seno con la otra. Ella le acariciaba la verga por encima del pantalón. De la nada Isabella se detuvo, miró para todos lados, luego hacia Él y sonrió. “Ven”, le dijo y lo tomó de la mano. Lo llevó adentro, todavía se respiraba el humo de la hierba pero ya no le prestó importancia. Buscaron un cuarto por todo el lugar. Ninguno estaba vacío. En el que no estaba cogiendo alguien, estaban fumando ácidos. Para cuando dieron con su última opción, el baño, la calentura ya se había bajado, pero iban decididos. Entraron al sanitario, un pequeño cuartito maloliente pero ideal para lo que ellos querían hacer.
Al cerrarse la puerta empezaron los besos y las caricias, no había palabras románticas ni nada de esas cosas. Yidam la volteó y la puso contra la puerta, traía puestos unos leggins negros que no dudo en quitar y, abajo, sus nalgas custodiadas por unas bragas blancas, casi infantiles, con corazoncitos, las cuales también quitó. Lamió y beso su sexo, sus nalgas. Se levantó, se bajó el pantalón hasta las rodillas, sacó su verga y se la metió, estaban de pie, la ventaja de ello es que mientras se la cogía, con una mano acariciaba en círculos su clítoris y con la otra apretujaba sus dos senos.
“Espera”, exclamó Isabella entre gemidos. Se agachó y se la empezó a mamar. Era como magia. El éxtasis lo invadió, se llenó de energía, de adrenalina, la levantó, la puso de nuevo contra la puerta y se la volvió a meter. La envistió con mucha fuerza, encabronado. Ella gemía pero Él le tapó la boca con su mano, alguien tocaba a la puerta, “abran, quiero mear” decía una voz borracha. Yidam apresuró el paso. “No te vayas a venir adentro de mí”. Los movimientos se avivaron. Cuando sintió que se llegaba el momento de la culminación sacó su verga y se vino sobre sus nalgas y su espalda. “Ten, límpiate”, le dijo Yidam al tiempo que le pasaba un pedazo de papel higiénico. Salieron del baño, había una fila de gente esperando a entrar, “pinches cochinotes, cachondos, cochones”, se escuchó cuando salieron juntos.
Al día siguiente Yidam llamó a Isabella, le invitó un café, ella aceptó, no por que estuviera interesada en Él, sino porque no tenía nada más que hacer. Platicaron un poco de todo, desde sus vidas amorosas, las fiestas, el alcohol, drogas, filosofía, religión, el origen de la vida, cosas cotidianas. Para sorpresa de ella, Él no mencionó nada de lo sucedido un día anterior, ni tampoco algo relacionado con ellos dos, “quizás a Él tampoco le gusta eso del amor”, pensó ella.
Pasaron tres días y Yidam no le llamaba, no sabía nada de Él, no es que quisiera saberlo, simplemente deseaba mandarlo a la chingada como hacía con todos. Al sábado siguiente se volvieron a encontrar en otra fiesta. Isabella esperaba que Él le hablara. “Ahora sí lo mando a chingar a su madre”, pensó. Pero ocurrió lo contrario, no le prestó atención. Pasaron dos horas, Isabella había bebido como lo hacía normalmente, Yidam llegó y la saludo con un beso en la boca.
−Tenía ganas de verte, Isabella.
−¿Ah sí?
−Sí− respondió y la volvió a besar.
−¿Por qué me besas?
−Porque me gustas, porque me gusta besarte.
−Ya no lo hagas.
−¿Por qué? ¿No te gusta?
−No es eso− La volvió a besar.
−¿Entonces?
−No sé− la volvió a besar.
−¿Quieres ser mi novia?
−No.
−¿Por qué no?
−Porque no− la volvió a besar.
−Bueno, como quieras− la tomó de la mano, la llevó a un cuarto.
−¿A dónde me llevas?
−Tú no digas nada y sígueme.
Quién sabe por qué, a pesar de su negativa, lo siguió. Entraron al cuarto. Él encendió la luz.
−Bájate el pantalón− dijo Yidam
−No.
Se acercó a ella, la besó. Él mismo lo desabrochó, la acostó en la cama, le bajó su ropa interior, miró un momento su sexo, metió sus dedos y luego empezó a juguetear con su lengua. Yidam se desabrochó el pantalón, se sacó la verga, se tendió sobre ella y se la metió.
Entre gemidos, vaivenes y sudor, le dijo sin dejar de cogérsela
−¿Por qué no quieres ser mi novia, Isabella?− dijo agitado.
−¡Ah! ¡No hables!− respondió.
−Dime.
−No me gusta el amor.
−No te estoy pidiendo amor, te estoy pidiendo que seas mi novia, quiero cogerte como te estoy cogiendo ahorita pero cuando yo quiera.
−¡Ya cállate y sigue!
−¿Vas a ser mi novia?
−Sí, cállate y sigue.
Sonrió y se la empezó a meter con más fuerza hasta que se vino sobre su pelvis. No supo cómo, ni cuándo, ni por qué, pero se enamoró de Él, tal vez por su forma de tratarla y de cogerla, o por su manera de hablar y de mirarla, de hacerla sentir querida, de hacerla sentir mujer, su soledad había muerto y era feliz, pero ¿qué es ser feliz? La pasaban bien, iban a fiestas, se emborrachaban juntos, tenían sexo a diario. Él iba a visitarla a su casa como hacen los novios, conoció a su familia, se adaptó bien. Ella también iba a la casa de Él, sólo a coger y a dormir, pero había algo: Isabella nunca se sintió igual, radiante, acompañada. Era raro sentirse así, estaba acostumbrada a la soledad, a estar triste de vez en cuando, a vagar por su mente y perderse, pero ahora era feliz y no sabía qué hacer ¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Por qué si tenía todo se sentía así? Toda mujer desearía tener la suerte que ella tuvo, pero Isabella no era como todas esas mujeres.
Un sábado Yidam quedó de llegar por ella a las 8:00 pm para ir a un concierto de rock. Vaya sorpresa que se llevó. Al ir llegando a su hogar vio ambulancias y policías a fuera de la casa de Isabella. “Tal vez fue su mamá o alguno de sus tíos que tuvieron algún accidente, o tal vez los vecinos”, pensaba. Pero no, cuando se acercó para ver qué pasaba miró a la mamá de su amor llorando, se asustó, no veía por ningún lado a Isabella, le empezaron a temblar las manos y las piernas. De pronto salieron dos paramédicos con una camilla, alguien iba en ella, no sabía quién, llevaba una sábana blanca cubriéndolo hasta la cabeza.
Sus ojos se cristalizaron, se acercó, de la sabana sobresalían unos tenis Vans negros de Pink Floyd, eran los de Isabella. Yidam corrió hacia ella, los policías lo detuvieron. Él lloraba desconsolado, no sabía qué hacer, no sabía qué fue lo que pasó, no sabía nada. Cuando se tranquilizó le dijeron que la encontraron en su habitación sin vida, se había tomado todo un frasco de pastillas; nadie se dio cuenta, ella siempre se encerraba horas en su cuarto. A un lado de su cama estaban tres cartas, una para su mamá, otra para sus hermanos y otra para Él, la cual decía:

Yidam, mi amor, sé que no va a ser fácil para ti, para mí tampoco lo es, pero no encuentro en esta vida nada que me haga sentir bien y, aunque te amo y me haces feliz, no es suficiente, yo busco algo más, no sé qué, algo así como trascender, pretendo encontrarlo del otro lado. Espero que encuentres a alguien que sepa amarte y te haga feliz, te lo mereces. De nuevo te pido perdón por esto.
Te amo. Siempre tuya: Isabella 
PD. Creo que le gustas a mi amiga Mariana.


FREDY LANDEROS ADAME. Nació el 30 de marzo de 1993 en la ciudad de Durango. Su carrera como escritor comenzó a los 15 años cuando escribió canciones para una banda de punk a la que perteneció, pero fue más o menos a los 19 años cuando empezó tal cual a escribir poesía y narrativa en el taller del poeta Jesús Marín. Fue seleccionado para participar en “Los Signos en Rotación Interfaz” en la ciudad de Monterrey. Participó en el encuentro internacional de escritores José Revueltas, también tuvo una colaboración en la revista virtual “La Otra”. Actualmente tiene tres poemarios publicados de manera autónoma y trabaja en un libro de cuentos. Cursa el quinto grado en la carrera de psicología.


0 Comentarios