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La bufanda color morado envuelve el cuello repleto
de cicatrices, no hay un solo silencio adentro de su cabeza después de su
ausencia.
Era
invierno, el frio envolvía la ropa y la casa en su totalidad, el único fuego
que se podía mantener caliente eran las palabras de él acusándola de todo. Su
vida desperdiciada con una mujer estéril, su vida con una muñeca incapaz de
satisfacer todos sus deseos, una mujer sin talento alguno, una mujer que podría
vivir con una pierna rota todo el tiempo a causa de su deseo. Ella sintió una
rasquera que penetraba su espalda lentamente, pero no dijo nada, se quedo
callada como muchas otras veces. Lo había conocido en su etapa de universitaria
cuando cantaba las canciones de Janis y fumaba opio para no enfrentarse a los
deberes de un género no proporcional a su conciencia.
Se dirigió a la cocina mientras sostenía con una mano la frente y pensaba en todas las noches que acusó a su madre por ser débil. Empezó a revolver las verduras finamente cortadas como si fueran continentes que se le escaparon de las manos. Echó una mirada a toda la casa: las cortinas recogidas con un listón de encaje, el sillón hacia un perfecto ángulo, los platos y cucharas brillaban y se dio cuenta: había más vida en esa casa que en su propio cuerpo. Un pequeño sollozo se convirtió en un llanto por todos los años que permaneció dormida.
Se dirigió a la cocina mientras sostenía con una mano la frente y pensaba en todas las noches que acusó a su madre por ser débil. Empezó a revolver las verduras finamente cortadas como si fueran continentes que se le escaparon de las manos. Echó una mirada a toda la casa: las cortinas recogidas con un listón de encaje, el sillón hacia un perfecto ángulo, los platos y cucharas brillaban y se dio cuenta: había más vida en esa casa que en su propio cuerpo. Un pequeño sollozo se convirtió en un llanto por todos los años que permaneció dormida.
Él
creció cerca de un lago, viendo a su madre matar gallinas por el pescuezo,
torciéndolas para después desplumarlas. Su padre, era un hombre trabajador que
le gustaba beber mientras contemplaba el cielo. En la universidad conoció
muchas mujeres bellas, pero no fue hasta que deslizó su mano debajo del corpiño
de Marcela, que descubrió su deseo por encamarse con ella toda su vida.
No
era la primera vez que la veía llorar, la arrastró por todo el piso mientras
golpeaba su cara con los muebles, para darle verdaderos motivos como le dijo, ella
comenzó a sentir algo más que lastima y amor. Un sentimiento se gestó desde
antes de su partida a la guerra, una que nadie conocía más los que iban a
Afganistán. Algo que ella no reconoció fácilmente, pero que estaba allí, a
veces hablándole, dirigiéndole palabras que intentaban ser sabías.
Logró
incorporarse y regresar a la cocina, terminó de azar la carne. Mientras acomodaba
la comida en el plato, su rostro se desbarataba, la piel seca caía como si
fuera una mascarilla de arcilla que resbalaba. Sus dedos avanzaron por la
frente hasta llegar a la barbilla y reconocieron una piel más joven y lisa,
casi igual de perfecta como en su juventud. Lanzó un suspiro, convencida tomó
con fuerza el plato que iba dirigido a él, se sentó a su lado y observó como daba
pequeñas mordidas a la carne mientras hacia una mueca de aprobación y un
silencio ante la falta de hambre de ella.
Limpió
el plato, bebió con una sed que iba más allá de todas las noches que la había
dejado golpeada en el respaldo del sillón. De pronto, su cuerpo comenzó a
convulsionar, una gran espuma color blanca empezó a hervir en su boca, los ojos
horrorizados la miraban mientras las manos hacían un gesto de auxilio y no
lograba articular algo que no fueran vocales. Dejó de moverse, ella abrazó su
cuerpo por última vez y cargó sus maletas hechas afuera de la casa.
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Marcia Ramos Lozoya Ha publicado cuentos,
poemas, minificciones, crónicas y ensayo en diversas antologías, medios
impresos y paginas web. Estudió el Diplomado en Creación Literaria en la
Casa de Estudios de posgrado Sor Juana. Fue publicada en las páginas web La
imaginación en México, Círculo de poesía
y Revista Órfico. Actualmente publica su novela en formato de minificciones
llamada Brevedad Infinita y en su blogger Historias de una mente
fragmentada. Es maestra de Literatura mexicana, Gramática Española y Gestión de
la información en universidades. Estudia una Maestría en Educación.
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