El periodista Mariano Torre contó en el
Diario Norte del 28 de junio de 1946 lo ocurrido tan temprano como el 4 de
julio de 1909 durante el enfrentamiento entre Quilmes y Argentino de Quilmes,
acérrimos rivales y vecinos. Decía Torre que «el campeonato sorprendía a
Argentino ya Quilmes cerrando la tabla de posiciones en su fecha final, en
igualdad de puntos. Debían jugar el partido revancha en la cancha de Guido y
Sarmiento, cuyos dos puntos reglamentarios significaban la permanencia o el
descenso a segunda. Aquel encuentro memorable no llegó a jugarse totalmente,
pues se armó la gresca de mayores proporciones que registra la historia del
fútbol local».
Sigue contando el artículo que
«el secretario de la extinguida Argentine League Asociation era el Sr. Williams,
más conocido como el gordo Williams, quien al mismo tiempo era miembro de la
Comisión Directiva de Quilmes. Esta situación provocó que se creyera que el
juez designado, Mr. White, traía instrucciones especiales para dirigir el
partido. El primer tiempo fue bastante parejo, notándose que los avances de la
delantera de Argentino eran generalmente detenidos por offsides injustos. Ya en
el segundo tiempo, un ataque tras otro de Argentino (los criollos’ o los
mates’) eran frenados por el offside. Prácticamente no podían patear al arco».
El problema mayor ocurrió cuando «Enrique Paulsen, back de Argentino, rechazó
una pelota limpiamente en el preciso momento en que el juez cobró penal para
Quilmes. El penal lo ejecutó Morgan y lo atajó García. No le gustó al referee
White la jugada e hizo repetir el penal. En ese momento, no se necesitó la voz
de orden: como obedeciendo a una consigna, desde la tribuna “mate” se invadió
el campo de juego. Bastonazos, trompis, puntapiés».
Cierra
Mariano Torre con un par de circunstancias increíbles; «el grueso de la
hinchada de Quilmes no pagaba los cincuenta centavos de la entrada porque
preferían mirar los partidos desde los carros de los naranjeros “El Naranjito
del Par” y “El Chivo” sobre los pinos de la quinta de Anzó, cuando no de palcos
improvisados o escaleras. El referee White se refugió, después de una disparada
vertiginosa, en el vestuario que estaba más allá del ángulo norte —Guido y
Pringles— seguido de una hinchada mate que no pudo darle caza. Al jugador
quilmeño Jones se le vio cruzar disparado con el cuello manando sangre, de un
garrotazo que le asestaron. El comisario Valdez bajó de la tribuna con los
brazos en alto, pidiendo orden a los gritos, pero recibió un tremendo bastonazo
que le provocó la caída de varios dientes. Varios fueron los futbolistas
heridos y como el árbitro no apareció más, se dio el partido por terminado».
Finalmente,
los directivos de la League, que eran ingleses en su mayoría y simpatizaban por
Quilmes, resolvieron apercibir a los dos clubes y anular los descensos. En
suma, no hubo sanciones ni descensos y todos contentos. Un año después casi se
repite la historia, pero Quilmes superó por un punto a Argentino y los mates
debieron irse a jugar a la segunda categoría.
Cuenta
el reconocido periodista Jorge Brisaboa en su libro De Rosario y de Central que «en 1910 mientras en el país se
celebraba el Centenario de la Revolución de Mayo, volvió a agitarse el fútbol
rosarino: denunciaron a Newell’s de haber pretendido sobornar al jugador de
Central, Lorenzo Hulme. La Liga consideró la situación bastante delicada, citó
a Hulme y a un delegado de Newell’s. Finalmente, el 1º de junio desvirtuó
oficial y públicamente las versiones circulantes pues ningún miembro de la
comisión directiva, ni socio ni jugador de Newell’s ha intervenido en el caso
Hulme».
Al año
siguiente y bajo el arbitraje del porteño Jordán, la violencia alcanzó
dimensiones impensadas. Brisaboa señala que «había vencido Newell’s 2-1, se
jugó muy fuerte sobre todo en el segundo tiempo y la violencia se trasladó a la
gente. El árbitro fue atacado, muchos jugadores fueron apedreados, un policía
lanzó tiros al aire y la pelea entre los hinchas siguió hasta la noche». Por
incidentes como éstos el fútbol rosarino se dividió en dos entidades. De un
lado quedaron Rosario Central, Sparta, Tiro Federal, Esperanza y Embarcaderos
con la flamante Federación Rosarina. Del otro, los clubes tradicionales en la
Liga, encabezados por Newell’s, Belgrano, Central Córdoba y Nacional.
Después
de un año y medio, retornó la paz y los clubes rosarinos se volvieron a juntar.
Como se observaba en todo el país, la fiebre futbolera arrasaba con lo que se
interponía a su paso. Ese estado febril solía incluir hechos.
El 18 de
octubre de 1914, Boca Juniors recibía en su precaria cancha de Wilde a Comercio
y presentaba a su nuevo delantero, de apellido Fuentes. Según cuenta Iwanczuk,
«el mencionado pretendía ganarse su lugar en la primera, pero aparentemente no
usaba armas del todo correctas. Hacía gala de una agresividad más propia de un
ring que de una cancha de fútbol, era muy brusco en las jugadas, embestía al
arquero y a los zagueros contrarios aunque no tuvieran la pelota. La medida de
la prudencia la colmó Fuentes al abandonar el campo para agredir a un grupo de
simpatizantes que desaprobaban su actuación. Cuando retornó, el capitán
boquense Donato Abbatángelo decidió poner fin a la situación obligándolo a
retirarse de la cancha. Sucesos como éste (capitán que expulsa a un compañero)
luego se repetirán en otras oportunidades —incluso en los primeros años del
profesionalismo— y pintan una de las características de la época amateur».
Mientras
tanto, se iban cambiando las reglamentaciones a medida que se modificaba la
participación o se producía la desafiliación de los equipos. Hubo una nueva
división con otros nombres, Asociación Amateurs y Asociación Argentina. Había
que mantener a los clubes contentos: por esa razón se eliminaron los descensos,
año a año a partir de 1920. Por ejemplo, Estudiantes de Buenos Aires gambeteó
el retroceso a segunda categoría durante 1923 y 1924. La Asociación explicó que
se le permitió seguir en primera «porque pese a hallarse condenado a descender,
se presentó a jugar todos los partidos, lo cual demuestra un espíritu deportivo
que debe ser reconocido».
No es
justo creer que las divisiones se producían sólo en Buenos Aires y zonas
aledañas. También en Santa Fe ocurría lo mismo. Durante la temporada de 1921 la
Liga Amateur estaba formada por Unión, Sportman, Central Santa Fe, 9 de Julio e
Instituto Tráfico, mientras que Colón, Independiente, Peñarol, F.C. Santa Fe y
Central Argentino militaban en la Liga Santafesina.
En
Córdoba ocurría lo mismo, ya que en 1920 la Liga Cordobesa se partió al medio.
Belgrano, Instituto, Vélez y Comercio se quedaron con el nombre mientras los
disidentes Talleres, Peñarol, Juniors y Audax armaron otro grupo. La pelea fue
dura, al punto que los más ingeniosos opositores volanteaban en el centro
cordobés con papeles que anunciaban, por ejemplo, la suspensión de los
partidos. En un caso, el texto explicaba: «por disposición de última hora, se
avisa al público que el match anunciado para hoy entre Instituto y Belgrano se
ha suspendido». El ingenio cordobés, a pleno.
Tanta
agudeza se puso también al servicio de otros intereses. En 1914, los novatos
directivos de Belgrano presentaban su equipo frente al club Alta Córdoba, pero
la Federación les avisó que debían alambrar los alrededores del campo de juego.
Cuentan los cordobeses en el libro del centenario de Belgrano que «la nueva
disposición los obligó a un acto de pillaje: la noche previa al juego, los más
audaces entraron en las quintas vecinas y en la estación de tranvías a caballo
para retirar postes e hilos de alambre. Con ello alambraron el terreno y así
pudieron jugar el partido que ganaron por 7-1. El lunes, todos los materiales
retirados fueron puestos otra vez en su lugar. Esta vez fue una tarea que
debieron realizarla varias veces, en lo que ellos consideraban un préstamo involuntario
y a corto plazo».
Tomado del libro Historias negras del fútbol argentino (2008).
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ALEJANDRO FABBRI es porteño, periodista desde 1976, egresado del Círculo de Periodistas Deportivos. Trabajó en La Hoja del Lunes, Clarín, La Nación, El Gráfico, Goles, La Voz, El Heraldo, en las radios Mitre, Continental, Del Plata, Antártida y Belgrano, y en Canal 7 y la señal TyC Sports. Como enviado especial cubrió los Mundiales de Estados Unidos (1994), Francia (1998) y Alemania (2006), los Mundiales Juveniles de Qatar (1995) y Malasia (1997) y los Juegos Olímpicos de Beijing (2008). Es también autor de los libros El nacimiento de una pasión, Historias negras del fútbol argentino y Nuevas historias negras del fútbol argentino.
ALEJANDRO FABBRI es porteño, periodista desde 1976, egresado del Círculo de Periodistas Deportivos. Trabajó en La Hoja del Lunes, Clarín, La Nación, El Gráfico, Goles, La Voz, El Heraldo, en las radios Mitre, Continental, Del Plata, Antártida y Belgrano, y en Canal 7 y la señal TyC Sports. Como enviado especial cubrió los Mundiales de Estados Unidos (1994), Francia (1998) y Alemania (2006), los Mundiales Juveniles de Qatar (1995) y Malasia (1997) y los Juegos Olímpicos de Beijing (2008). Es también autor de los libros El nacimiento de una pasión, Historias negras del fútbol argentino y Nuevas historias negras del fútbol argentino.
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