A menudo, a los escritores, nos gusta darnos una pincelada de misticismo y espiritualidad con frases como Estar ahí sentado, frente a frente, con la hoja en blanco retándote. Pues bien, eso es, a mis ojos, una estupidez. Se trata de un papel en blanco y, si escribes a ordenador, además, es una hoja virtual ¡por el amor de Dios! No digo que a veces nos pueda costar empezar un relato, o una novela, pero tampoco es como para subirnos tanto y decir que somo unos atrevidos y nos enfrentamos a grandes retos como éste. Una hoja en blanco debería excitar a un escritor, no empequeñecerlo. Tampoco digo que se corra al instante, pero una erección tonta no se la quita nadie.
La escritura, entre otras cosas, no es más que la
transcripción del habla al papel. No quiero meterme con nadie ni
buscar follones por parte de personas con discapacidad -sabemos que existen
mudos y mudas en el mundo, por ejemplo- pero la mayor parte de la población
mundial sabe hablar. Con mayor o menor corrección, pero hablan, se comunican
verbalmente. ¿Te enmudece una hoja en blanco? Joder, mirad que yo me considero
una persona bastante tímida, pero a esos niveles no he llegado. Vale que no es
lo mismo que tener a una persona de carne y hueso -aquí tampoco quiero follones
con gente sin carne ni hueso- que tener una pantalla -ni con los puristas que
escriben a mano, que no es una discapacidad, por si alguien pensaba lo
contrario-. Y por supuesto que se agradece que en un diálogo ambas partes
contribuyan, pero, ¿acaso nunca has estado en una situación en la que lo que el
otro te diga te la suda y solo quieres que te escuchen? Pues ale, aquí tienes
una hoja en blanco que ni juzga ni interrumpe. Luego, después de haber soltado
tus cosas, tú mismo te podrás juzgar, sobre todo en calidad de escritor. Si te
gusta lo que otros escritores escriben por huevos te tiene que gustar lo tuyo. Obviamente, debes escribir lo que te gustaría
leer.
Lo
más sencillo es ir presionando teclas, que para eso están ahí dispuestas, y
tirar para delante. Aunque no salga nada bueno, aunque estés escribiendo mierda
que incluso a ti te está llegando el tufo, son letras...Escribe sobre tu
infancia, sobre la persona que te atraiga, la contraposición del futuro deseado
y el real, vivencias pasadas en general, etc. O invéntate cualquier cosa. Todo
vale. A lo mejor, si estás acostumbrado a presentarte a concursos literarios,
no dejas de mirar cuántas páginas o palabras llevas ya escritas, como si de
verdad importara. Esa manía no hace más que crearte dos problemas: te
desconcentras y comienzas a repetirte que no es suficiente, que falta chicha y,
en consecuencia, pecas de meter relleno. Ves que todo lo que tenías que decir
ha ocupado tres páginas y empiezas a embutir mierda insulsa como si rellenases
una almohada vieja. De nada sirve aquello salvo para joderte.
Otra
alternativa, y una de mis favoritas, es escribir poemas. Piensa que la poesía
nunca falla. Ahí encaja todo, cualquier cosa, siempre que lo hagas con ganas o,
al menos, con mente abierta y muñeca suelta. Hay historias que caben mejor en
unos cuantos versos que en narrativa. Ideas que merodean por aquí y por allá
que no tienes por qué atesorar para poder meterlas con calzador en
algunos de tus cuentos o novelas. Un poema, un solo poema, puede expresar mucho
más que una novela completa. Aullido, por ejemplo, del amigo Ginsberg,
se pasa por la piedra a miles de libros -trilogías incluidas-.
Si
de todas formas no logras estar en el punto, siempre puede cumplir con la
segunda obligación -o primera, depende de cómo me pilles- de todo escritor:
leer. A menudo, aunque con vosotros no haya hablado en mi puta vida, pero
debéis creerme y punto, suelo decir que todo lo que se necesita para ser
escritor es eso; saber leer y escribir. Partiendo de ahí, se da por hecho que
si te haces llamar escritor estás cumpliendo dichas labores. Y aquí también hay
que añadir que debes leer lo que te
guste, no lo que creas que debes haber leído. Pueden decir misa, pero un
escritor puede ser un escritor sin haberse leído El Quijote o La
Celestina. De todas formas os apoyo a hacerlo si os place, pero a mí, desde
luego, no me han servido para nada. Las respeto y admito que son obras
importantes en la historia de la literatura, pero ni de coña las puedo meter
entre mis influencias -no están ni entre mis libros favoritos.
En
resumen, ni hagas ni permitas que te hagan el discurso de el eterno
enfrentamiento del autor contra la abominable hoja de las nieves. Podéis
escribir de todo, y solo hay que pulsar botones e intentar que haya cierta
coherencia entre medias. A veces parece que lo que escribimos va directo a las
editoriales, revistas o páginas webs de literatura. Como si no se pudiese
borrar y modificar a tu antojo. Hagámonos
a la idea de que el editor solo va a leer lo que nosotros queremos que lea;
sino, es denunciable y deberías cambiar la clave de tu correo electrónico.
Ah,
y otra buena opción, cuando no sepas qué escribir, es escribir un artículo
sobre lo que debes pensar y tener en cuenta cuando no sabes qué escribir. 100%
de efectividad.
ARTURO ZAFRA MORENO (1996, Caravaca de la Cruz, Murcia). Finalista en I
Antología Internacional de Poesía Contemporánea de Estudios Universitarios,
finalista en I Premio Internacional de Poesía Experimental Barco Ebrio,
finalista en el II Concurso de Poesía ¿Versamos?, seleccionado en Por
Amor a la Poesía, y seleccionado para aparecer en la antología poética V.E.R.S.O.S,
promovida por el concurso +Poesía de Ediciones DeLetras. Ha colaborado
con varias revistas y sitios web: Letralia, Almiar, la antología
universal de poesía Arte Poética: Rostros y Versos, Resonancias, Poesi.as,
Espacio Luke, La poesía alcanza, El Humo, Lengua Suelta,
Poesía Cuatro, Bitácora de vuelos, Letras Salvajes y
artículos en Opulix. Autor de los poemarios Réquiem del licor
(2015), Viento embriagado (2015), y Delirios y ataduras con el nudo
mal hecho (En Huida, 2018)
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