No podemos negar que lo que se hace a
escondidas, así sea un acto de lo más nimio, tiene este sabor a prohibido que
nos hace apreciar, disfrutar y recordar más el momento.
A lo largo de los años tuve
muchas lecturas realizadas sobre esa primicia. La primera fue, más que nada,
una observación atenta de las imágenes de un libro del cuerpo humano abierto en
el capítulo titulado La reproducción,
que por supuesto incluía las violentas escenas de la gestación y el parto.
Violentas para mi prima y yo que éramos unas chiquillas de tal vez 8 o 10 años.
La que recuerdo con más
placer es una novela: Sophie’s choice (1979)
de William Styron, que, después de ser un bestseller, se volvió todavía más
conocida a partir de la multipremiada película de Alan J. Pakula de 1982, La decisión de Sophie.
En ese entonces vivíamos en Minatitlán. Yo
estaba en primero o segundo de secundaria. A mi mamá le prestaban novelas de
casa de su amiga Esther. A veces veía La decisión
de Sophie sobre la cama, luego
sobre algún sillón y después desaparecía algunos días. Me llamaba la atención
lo gordo del libro, pero sobre todo, el que fuera un objeto escondido. En esos
días mi mamá hacía yoga y tenía la tendencia a no saber dónde dejaba el
monedero. Así que un día que se iba a su clase nos pusimos a buscar el famoso
monedero y al abrir el buró, ahí estaba la novela. Ese día comencé la lectura
de mi primer libro del mundo adulto.
Fascinada esperaba los días
de yoga o las noches cuando iban a los centros nocturnos para seguir leyendo la
extravagante relación de Nathan (un científico judío) y Sophie (polaca
católica, sobreviviente de los campos de concentración), a través de la
narración que de sus inestabilidades hace Stingo (alter ego del escritor).
La historia se desarrolla
en los años cuarenta en Brooklyn. Los tres son personajes entrañables cuyas
historias oscuras se van develando a lo largo de la trama. Si bien lo que Nathan
esconde con su personalidad alegre y desenfadada es tremendo, el secreto
guardado por Sophie durante años y que finalmente cuenta a Stingo, es más
terrible porque es el resumen de la violencia que se vivió durante la Segunda Guerra
Mundial.
Supongo que la decisión que
tomó Sophie es suficiente motivo para esconderle la novela a una niña de
secundaria de principios de los ochenta. Pero también estamos ante una novela
que fue fuertemente criticada, además de prohibida y censurada en algunos
países. Incluso el volumen que compré años después, editado en 1980, tiene un
aviso en la portada “lectura para personas de amplio criterio, prohibida su
venta a menores de edad”.
La polémica, la
prohibición, el escándalo tuvo, entre otras razones, que el Holocausto estaba
más allá de la comprensión humana y sólo se podía responder con silencio y que
Styron estaba minimizando el daño que sufrieron los judíos por tener una mujer
católica como protagonista. El autor contestó que el Holocausto trascendía el
antisemitismo, por “inhumano y contrario a la vida” y se podía escribir una
novela sobre ello, por lo atroz del universo nazi, encarnación del mal. Ese mal
que lleva a los personajes a la búsqueda de la supervivencia.
La
decisión de Sophie invita a
reflexionar sobre el ser humano que sufre y el que castiga, profundizando en
esa propensión del ser por dominar al otro. También hace una reflexión sobre
las maneras que tiene una persona para superar el pasado, aunque al final esto
acabe con sus ganas de sobrevivir.
Carlos Fuentes en un
artículo para El País comenta que en
una reunión de amigos Styron notó que una de las presentes traía tatuado su
número de identidad del campo de concentración de Auschwitz, y, ante la
pregunta, la mujer, Charlotte, contó la historia de una polaca católica obligada
a tomar una decisión ante un soldado nazi. William soñó con esa historia que
dio nacimiento a La decisión de Sophie.
Sophie no podía tomar otra
decisión, porque cualquier otra hubiera sido igual de cruel. En las etapas de
gran violencia entre seres humanos, no hay tiempo para la reflexión, se actúa
de manera instintiva, se hace lo que se piensa es mejor y se vive con el
tormento de las consecuencias.
William Styron (1925,
Virginia), ganador del premio Pulitzer por Las confesiones de Nat Turner (1967),
es uno de los escritores norteamericanos más importantes del siglo XX.
Conocedor del sur profundo, de las
injusticias, de las dudas, de la manera como se conformaba la sociedad de su
tiempo. Sabe mover sentimientos y cuestiona al lector, convirtiéndolo en
participante activo de sus novelas.
TERESA MUÑOZ. Actriz con formación teatral desde 1986 con Rogelio Luévano, Nora Mannek, Jorge Méndez, Jorge Castillo, entre otros. Trabajó con Abraham Oceransky en 1994 en gira por el Estado de Veracruz con La maravillosa historia de Chiquito Pingüica. Diversas puestas en escena, comerciales y cortometrajes de 1986 a la fecha. Directora de la Escuela de Escritores de la Laguna, de agosto de 2004 a diciembre 2014. Lic. en Idiomas, con especialidad como intérprete traductor. (Centro Universitario Angloamericano de Torreón). Profesora de diversas materias: literatura, gramática, traducción, interpretación, inglés y francés. Escritora y directora de monólogos teatrales. Coordinadora de Literatura y Artes Escénicas de la Biblioteca José Santos Valdés de Gómez Palacio, Dgo.
0 Comentarios
Recordamos a nuestros lectores que todo mensaje de crítica, opinión o cuestionamiento sobre notas publicadas en la revista, debe estar firmado e identificado con su nombre completo, correo electrónico o enlace a redes sociales. NO PERMITIMOS MENSAJES ANÓNIMOS. ¡Queremos saber quién eres! Todos los comentarios se moderan y luego se publican. Gracias.