Odette Alonso (Santiago de Cuba,
1964) y César Cañedo (El Fuerte, Sinaloa, 1988) participaron el mes pasado en
el PrimerEncuentro Nacional de Estudios Queer que organizó la Facultad de Filosofía
y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Con varios puntos en común tenemos, por un lado, a la ganadora del Premio Nacional de Poesía LGBTTTI 2017 con Old Music Island y, por otro, al Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2017 con Loca. Sobre tales experiencias les preguntamos a quienes, respectivamente, acaban de recibir el Premio Clemencia Isaura de Poesía por Últimos días de un país y el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes por Sigo escondiéndome detrás de mis ojos.
Con varios puntos en común tenemos, por un lado, a la ganadora del Premio Nacional de Poesía LGBTTTI 2017 con Old Music Island y, por otro, al Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2017 con Loca. Sobre tales experiencias les preguntamos a quienes, respectivamente, acaban de recibir el Premio Clemencia Isaura de Poesía por Últimos días de un país y el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes por Sigo escondiéndome detrás de mis ojos.
Ignacio Ballester (IB): ¿Qué destacan de este Primer Encuentro Nacional de Estudios Queer? ¿Por qué consideran que es necesario?
Odette
Alonso (OA):
Más que necesario, a mí me parece muy saludable el hecho de que una
universidad, especialmente una universidad de una ciudad que en ocasiones
cuenta con sectores más conservadores y reacios a este tipo de eventos, haya
logrado reunir un equipo para organizar este Encuentro y además que se haya
privilegiado el tema de los estudios Queer. En todo ello tiene un papel
fundamental el trabajo de Alicia Ramírez Olivares desde hace tantos años en la
Facultad. Es un momento importante. Para llegar hasta ese punto hay que tener
un trabajo anterior que respalde la realización de algo así. Cuatro días de
ponencias, lecturas, presentaciones, conversatorios, proyecciones de cine, slam poético… dan la medida de las
posibilidades que existen en el trabajo literario o artístico de la diversidad.
Me resulta fundamental.
César
Cañedo (CC):
Además de lo que ha señalado Odette, también resalto la iniciativa de
estudiantes. Tienen la dirección de Alicia, por supuesto; y son quienes hablan
de las inquietudes y del rumbo que están tomando ante un interés creciente por
no hacer lo mismo de siempre mediante esas inercias académicas en las que es
muy fácil y cómodo estar. Debemos empezar a abrir la academia, comenzar a mover
la universidad; que ya no sea ese espacio sagrado heterosexual, sino que dé
cabida a expresiones vivas que podemos proponer.
IB:
Esta semana, hablando con Nancy Hernández García (que también colabora en Bitácora de vuelos), recuerdo que
consideraba que la poesía es imagen. Yo me decantaba más por el tacto. Leyendo
a Odette quizá podamos pensar en el oído desde Bailando a oscuras (2015) y motivos que se van sucediendo en su
obra. Me pregunto si en César sería más el gusto, el sabor que palpa esa miel
en los labios… ¿Cuál es el sentido de la poesía o de su poesía?
OA:
Yo creo efectivamente que en la poesía advertimos un asunto sinestésico. Se dan
todas las sensaciones. Dejar ver esas sensaciones y esos sentidos (el tacto, el
olfato, el sabor…) era una intención muy marcada en Old Music Island. A lo mejor no la tenía tan clara en el momento de
la escritura, pero cuando se fue armando el libro y tomando la forma que acabó
teniendo sí había especialmente una consciencia del goce. En cierto sector de
la poesía de la diversidad hemos logrado recuperar esos terrenos del placer que
siguen estando vedados en tantos otros ámbitos. Incluso la poesía escrita por
heterosexuales no es generalmente gozosa. Estamos ante un género literario que
se ha ubicado con frecuencia en un terreno cercano al sufrimiento, al dolor, a
la protesta y a todo aquello que es necesario criticar o señalar desde el punto
de vista “negativo”. Desde esa consideración se ha ubicado la literatura universal.
Entonces, recuperar los terrenos del goce es un trabajo en el que quiero
enfocarme.
CC:
¡Quiero quedarme! Pues es maravilloso. Me quedo con la felicidad y la empatía.
Me parecen muy importantes para entender esas otras maneras de ser y estar, con
felicidad, con este acto de comprensión. Siguiendo la invitación sensorial,
pienso que para mí, en todo caso, sería el olfato. Es el más menospreciado, el
más desentendido de los sentidos, pero el más firme. Si un poema huela mal, se
sabe aunque no entiendas por qué. Muchas veces sabes cuándo huele mal y no te
gusta; cuándo ese olor te atrae y te apasiona. Es un olor memorable. Es el más
enigmático y el más contundente de los sentidos.
OA:
Y no quiere decir esto que nos la pasemos felices haciendo una poesía gozosa y
alegre. También hay una mirada al recuerdo, a lo vivido, a aquello que queremos
destacar; sin dejar de tener presente esa otra posibilidad. Que no todo sea el
llanto, sino que también tengamos formas de disfrutar.
IB:
Como fiesta…
CC:
Sí, puede ser una celebración; aunque el proceso creativo en sí es bastante
doloroso.
OA:
Sí, sí.
CC:
Eso no desaparece. Es horrible.
IB:
En este sentido, a la hora de escribir, ¿pueden ser los neologismos, la
consecución del ritmo desde la oralidad y del olfato… herramientas útiles para
ustedes como poetas? ¿Se construyen de tal modo Rostro cuir (2016) en César Cañedo o el ya mencionado Old Music Island (2018) de Odette Alonso?
Más allá de lo que vengan con los próximos poemarios, ¿esos dos libros son base
gozosa de lo que están haciendo literariamente?
OA:
En mi caso sí. Fue un proyecto que tiene esa naturaleza. Destaca en el resto de
mi obra por ese tono, ese registro. Lo que he escrito después, en el Premio
Clemencia Isaura, presenta un tono totalmente distinto. Las referencias a la
cuestión de la identidad sexual están pinceladas en algún momento. Uno es quien
escribe los poemas, pero estos últimos no son poemas que se caractericen por
una presencia marcada de la identidad sexual. Tienen que ver, por ejemplo, con
Cuba. Así pues, Old Music Island, con
ese refuerzo del premio, va a ser un libro que llame la atención.
CC:
Pues en mi caso es más compleja la situación. Como lo decíamos en el
conversatorio con Isis Samaniego y César Bringas, me deslindo de mi trabajo
previo. No significa que lo rechace o que no me sirva… Soy consciente de que
son trabajos de juventud y de experimentación y no de esa madurez poética. Los
tenía que hacer. Era necesario políticamente. Me gustó y lo gocé. En pasado. Es
probable que eso no esté en mi obra posterior.
IB:
¿Cómo creen que les está llegando ahora el reconocimiento con el Premio
Nacional de Poesía LGBTTTI y el Clemencia Isaura de Odette o el Premio Nacional
de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal y el Aguascalientes de César? ¿Cómo
se proyectan Últimos días de un país
y Sigo escondiéndome detrás de mis ojos?
¿Qué les ofrecen, además de distribución, tales reconocimientos?
OA:
Presencia.
CC:
Sí.
OA:
Presencia y que nos nombren. Tanto César como yo somos personas que tenemos un
trabajo de muchos años. Los premios son consecuencia de esa labor. Cabe
destacar que en los últimos y más importantes premios nacionales ha habido una
presencia mayoritaria de poetas de la diversidad. No somos dos islas perdidas,
sino que la poesía de ese tono en México está consolidándose a través de los
reconocimientos. Fíjate. Siempre se ha dicho que los premios están vendidos y
que no tienen la fuerza que se les atribuye, que nos sirven de nada… Y nuestros
casos vienen a dar al traste con esa idea. Nadie que tuviera un premio vendido destacaría
trabajos como los nuestros. Que estos libros estén ganando tales premios dan la
medida de un esfuerzo no solo individual, cada quien en su estudio o donde
escribamos, sino de una comunidad que está trabajando, uniendo los diferentes
modos individuales. Además, existe una presencia en la vida, más allá del
oficio poético: en eventos, en festivales... Nos llaman para que participemos
en tal o cual evento. Antes no era algo que sucediera por lo común. Hay una
fuerza que se está empezando a reconocer: desde lo individual hasta la
proyección como comunidad.
CC:
Exacto. No es algo periférico o marginal o que está lejos. Radica en el centro
del mundo literario y poético de México.
OA:
Incluso cuando César ganó el Aguascalientes yo le decía que es una ruptura por
parte de las instituciones y del canon establecido. Somos otras gentes que
estamos apareciendo delante de los ojos de todo el mundo. Eso hace un
movimiento de toda la estructural cultural, más allá del simple poema que
compartas en una lectura.
CC:
Y una valoración distinta: ya, por supuesto, nos ven con otros ojos, con otro
tipo de postura ante ella. Ya no es: ¡ay! la jotería, las cosas lésbicas… Es la
consolidación de que hay un oficio. Hay un trabajo detrás. Confluyen procesos,
intentos, libros, mejoras… Se da una continuidad. Pareciera que de pronto un
escritor, al menos en México, no va a cambiar nunca, que siempre va a escribir
igual; que no mejora, no madura, no crece. Y se trata también de demostrar que
sí: hay trabajo que mejora.
Agradecemos a Odette Alonso y
César Cañedo el tiempo que nos ofrecen en Puebla para llevar a cabo esta
entrevista sobre dos libros que próximamente verán la luz.
IGNACIO BALLESTER PARDO (Villena, Alicante, 1990). Es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Alicante, con una tesis sobre poesía mexicana que dirige Carmen Alemany Bay. Es miembro del Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti y del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea. Con Alejandro Higashi coordina el número 23 de la revista América sin Nombre (2018), dedicado a la «Madurez de la joven poesía mexicana». Actualmente lleva a cabo una estancia posdoctoral sobre experimentalidad poética con Alejandro Palma Castro en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Comparte sus líneas de investigación en el blog Poesía mexicana contemporánea.
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