* Gabriela Cantú Westendarp
recibió el reconocimiento por su obra El orden del mundo, en una ceremonia que
reflexionó sobre el legado literario de Enriqueta Ochoa. El monto económico de
100 mil pesos, otorgado por el IMCE, ya había sido entregado semanas atrás.
* El jurado del Premio
Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa 2024, conformado por Claudia Posadas
Mendoza, Silvia Eugenia Castillero Manzano y Omar Alejandro Higashi Díaz,
evaluó un total de 132 trabajos provenientes de diversas partes de México. Tras
el proceso de deliberación, el jurado decidió por unanimidad otorgar el premio
a la obra El
orden del mundo de Gabriela Cantú Westendarp, destacando la profundidad y
originalidad de su propuesta literaria.
Torreón, Coahuuila.- En el marco de la entrega
del reconocimiento del Concurso Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa 2024,
Gabriela Alejandra Cantú Westendarp, ganadora por su obra El orden del mundo,
sostuvo un diálogo con José Ángel Reyna, Coordinador de Centros Culturales,
quien estuvo en representación del Arq. Antonio Méndez Vigatá, Director del
Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE), y con Nadia Contreras,
Coordinadora de Literatura de dicho instituto.
En su intervención, José
Ángel Reyna destacó la importancia del rescate del Concurso Nacional de Poesía
Enriqueta Ochoa y el compromiso del Instituto Municipal de Cultura y Educación
con la promoción de la literatura. Subrayó que este premio no solo honra la
memoria de Enriqueta Ochoa, una de las voces más importantes de la poesía
mexicana, sino que también representa un esfuerzo por revitalizar la vida
cultural de Torreón y apoyar a los escritores mexicanos. Asimismo, aprovechó para expresar, en nombre del arquitecto Méndez Vigatá, el más sincero agradecimiento al alcalde de Torreón, Román Alberto Cepeda González, por su valioso apoyo y por hacer posible este reconocimiento. Gracias a su compromiso con la cultura y las artes, eventos como este contribuyen al fortalecimiento de la identidad cultural de nuestra ciudad y al fomento de la literatura en México.
Reyna enfatizó: “Este
premio simboliza el renacimiento de un legado cultural. Es un reconocimiento a la importancia de la palabra poética y al
valor de quienes, como Gabriela, se dedican a capturar la esencia de nuestro
tiempo a través de la poesía. La literatura es la memoria de los pueblos, y
desde el IMCE, seguiremos apoyando a los creadores que nos ayudan a entendernos
como sociedad.”
Además, destacó la labor
de Gabriela Cantú como un ejemplo de la vitalidad de la poesía contemporánea en
México, resaltando su capacidad para fusionar ciencia, arte y conciencia social
en su obra: “Gabriela nos ha recordado que la poesía no solo embellece, sino
que cuestiona, denuncia y transforma. Su voz es una de las que necesitamos
escuchar en estos tiempos.”
Durante la transmisión de
esta actividad, Nadia Contreras y Gabriela Cantú, ambas escritoras, sostuvieron
un diálogo en el que reflexionaron sobre el proceso creativo, el rol del
artista en la sociedad contemporánea y la profunda conexión entre el cuerpo, la
naturaleza y el cosmos. La conversación no solo desveló las motivaciones que
nutren la obra premiada, sino que también brindó una perspectiva reflexiva
sobre la relevancia de la poesía en un mundo en constante cambio.
Nadia Contreras (NC): Felicidades por este
reconocimiento tan merecido. ¿Qué significa para ti este premio?
Gabriela Cantú Westendarp
(GCW):
Muchísimas gracias, Nadia. Enriqueta Ochoa tiene un lugar muy especial en mi
corazón. La poesía de Enriqueta es profunda y abarcadora, y su lenguaje me ha
tocado de maneras inesperadas.
Respecto al premio, ganar
este reconocimiento fue una sorpresa enorme, una mezcla de emociones. Por un
lado, está la satisfacción personal, el sentir que mi trabajo tiene un lugar,
que lo que hago resuena, que lo que escribo tiene sentido en este mundo tan
complicado. Pero también está el peso de la responsabilidad, porque el
reconocimiento no se queda ahí; implica una carga ética de seguir creando, de
ser honesta con mi voz. Este premio no solo me honra a mí, también me da la
oportunidad de seguir luchando por visibilizar la poesía y el trabajo de las
mujeres poetas, que sigue siendo tan necesario en el ámbito literario.
NC: Me llamó mucho la
atención cómo integras en el libro ganador el tema de la ciencia, la fragilidad
del cuerpo y la naturaleza. Me parece que no solo estamos ante un libro de
poesía, sino ante una reflexión que une lo científico con lo poético, dos
dimensiones aparentemente distantes, pero que en tu obra se fusionan
maravillosamente. ¿Cómo se da esa relación entre la ciencia y la poesía en tu
proceso creativo?
GCW: Claro, tienes toda la
razón. A veces parece que la poesía y la ciencia viven en mundos separados,
pero en realidad, la diferencia no es tan grande. Lo que ambos tienen en común
es la búsqueda de la verdad, aunque cada uno lo haga desde su propio lenguaje y
sus propios medios. Vengo de una familia donde siempre se ha hablado mucho de
la ciencia, y aunque no me formé como científica, siempre me ha fascinado cómo
la ciencia trata de entender el mundo a través de sus leyes y su lógica. Para
mí, la ciencia es como un lenguaje estructurado, con fórmulas, con reglas
precisas, pero también tiene esa belleza sutil que a veces no se ve a simple
vista.
En mi poesía, esta
relación con la ciencia surgió casi de manera natural, porque cuando pienso en
el mundo, no puedo evitar pensar en los elementos que lo componen, desde lo más
pequeño e invisible hasta lo más grande y visible.
Cuando empecé a estudiar
los elementos químicos, los procesos naturales, me di cuenta de que había algo
poético en todo eso. Cada elemento, cada molécula, tiene una historia propia,
un carácter, una dinámica que, si se mira con ojos poéticos, se puede
transformar en imágenes poderosas.
Este libro, El orden del mundo,
surge de una necesidad de clasificar el caos, de entender cómo el hombre ha
intentado, a lo largo de la historia, ordenar lo que es inabarcable. En la obra
hablo de los elementos, pero también de la relación que tenemos con ellos. Hay
una reflexión constante sobre cómo el hombre ha utilizado estos elementos tanto
para el bien como para el mal. El cloro, por ejemplo, que puede servir para
curar, pero también se usa en la guerra. Esa paradoja es lo que me interesa,
porque la ciencia no es neutral. Los descubrimientos pueden ser tanto una
bendición como una maldición.
NC: Hablando de conexiones,
hay un tema que me resulta muy cercano y que aparece constantemente en tu obra:
la fragilidad y resistencia tanto del cuerpo humano como de lo natural. ¿Cómo
logras capturar esta complejidad en tus versos? ¿Y de qué manera influyen tus
preocupaciones ambientales en esta temática?
GCW: El cuerpo humano, como
bien dices, es un tema que me ha obsesionado durante mucho tiempo. Y no es solo
por la fragilidad intrínseca que tenemos como seres vivos, sino por cómo esta
fragilidad se conecta con lo que nos rodea, con el medio ambiente, con la
naturaleza. El cuerpo es como un microcosmos; tiene su propio orden, sus
propios ciclos, pero al mismo tiempo está a merced de todo lo que lo rodea.
Somos parte de ese todo, y al mismo tiempo tratamos de dominarlo. Lo que pasa
es que, muchas veces, en nuestra necesidad de controlar el mundo exterior,
olvidamos que nuestro propio cuerpo también tiene un límite, que también tiene
un ciclo de vida que termina.
Mi reflexión sobre la
fragilidad del cuerpo está muy conectada con la visión que tengo del medio
ambiente. El cuerpo es, de alguna manera, una extensión de la naturaleza. Y la
manera en que tratamos al entorno termina reflejándose en la manera en que nos
tratamos a nosotros mismos. Cuando maltratamos el planeta, también estamos
maltratando nuestra salud, nuestra existencia. Es una metáfora constante: como
especie, estamos destruyendo nuestra propia casa, sin darnos cuenta de que eso
es lo que nos da la vida.
Es esa relación de lo
micro y lo macro, de lo individual y lo colectivo, lo que me interesa explorar.
El cuerpo humano y el medio ambiente tienen una interconexión que es tan obvia
y, al mismo tiempo, tan fácil de ignorar. Y a través de esta mirada, trato de
invitar al lector a reconsiderar cómo ve su propio cuerpo, su relación con el
entorno, y cómo todo esto forma parte de un orden mucho mayor que nos supera,
pero también nos define.
NC: Finalmente, deseo
preguntarte, ¿cómo ves la poesía en el contexto actual? ¿Qué papel juegan los
poetas en un mundo tan convulso, tan marcado por lo inmediato, lo virtual, lo
efímero?
GCW: La poesía, en estos
tiempos, juega un papel fundamental. Vivimos en un mundo donde lo inmediato
parece ser lo único que importa. La velocidad con la que consumimos información
nos está llevando a una especie de amnesia colectiva. Las redes sociales, los
medios, todo va tan rápido que a veces olvidamos lo que realmente importa, lo
que tiene peso, lo que nos toca profundamente.
En este contexto, creo
que la poesía sigue siendo un refugio, un espacio para la reflexión, para la
pausa. Los poetas no dejamos de escribir porque el mundo esté en crisis; al
contrario, escribimos porque en medio de esa crisis necesitamos encontrar
sentido, necesitamos parar y pensar. La poesía tiene la capacidad de abrir
espacios de reflexión, de cuestionar lo que nos rodea y de mostrar nuevas
formas de ver las cosas. Los poetas, en mi opinión, no solo somos testigos,
sino también catalizadores del cambio. Porque cuando se escribe, se está
haciendo un acto de resistencia: se está tomando una voz en un mundo que,
muchas veces, trata de callarnos.
Por eso, cada poema es un
acto de afirmación, de reafirmar nuestra existencia, de decir “aquí estamos,
esto es lo que pensamos, esto es lo que sentimos”. Y eso, aunque no lo parezca,
tiene un impacto profundo. Es algo que va más allá de lo efímero, porque al
final, la poesía es una forma de dejar una huella, de marcar una diferencia,
aunque sea de manera silenciosa.
NC: Muchísimas gracias,
Gabriela, por compartir tu tiempo, tu visión y tu obra. Estoy segura de que El orden del mundo
va a seguir tocando muchas vidas. ¡Te deseo todo el éxito del mundo en tu
camino creativo y literario!
GCW: ¡Gracias, Nadia! Ha sido
un placer inmenso platicar con ustedes. Espero que sigamos compartiendo
nuestras visiones, nuestras palabras y, sobre todo, nuestro amor por la poesía.
¡Nos vemos pronto!
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