POESÍA Cadáver | Gerardo Cárdenas


I

Sólo los pájaros saben de la muerte de los árboles,
son los primeros en alzar el vuelo, fúnebre oración;
así, nadie fue testigo de la caída de la última hoja.
En el invierno alzó sus ramas desnudas al cielo,
venas implorantes. La corteza se le caía a grandes
trozos, como la piel de la lepra, se le desprendió
como el polvo se va alejando ante nuestros pasos,
le colgó en jirones como la ropa de los pordioseros.
Nadie lo lloró, lo rodeó el silencio. Cuando los árboles
mueren, ni el viento se detiene para rendir elegías.

II

No recuerdo si en vida fue fresno, abedul o álamo;
al final del jardín y sin saberlo se fue consumiendo.
Nadie quiso hacer la autopsia. Nunca sabremos
si un hongo lo pudrió, o si un escarabajo le comió
el corazón. El árbol muerto es el único fantasma
que no deambula. Sus raíces mismas han muerto,
los gusanos las abandonan, la tierra les niega
un trago de agua. Los vecinos al pasar, lo miraban
con desprecio; los vecinos pedían derribarlo.
Lo fuimos disfrazando con pilas de hojas muertas,
con leña húmeda para salvarlo del hacha. La madera
se le tornó pálida, como la cera que parece apoderarse
de la piel de los cadáveres. La madera vuelta piedra.

III

Las ardillas volvieron al siguiente invierno. A ellas nada
les importa. Incansables royeron en el tronco hueco
sus guaridas. Incansables tuvieron crías, y estas otras
crías, en túneles donde alguna vez corrió la savia.
En el tronco del fantasma acumularon nueces y bellotas.
En el tronco del fantasma pelearon, amaron y murieron.
No volvieron los petirrojos, los cardenales o las torcazas.
Pero el carpintero le daba voz por las mañanas: el único
canto de un árbol muerto es el sonoro bemol de un tronco
hueco y ajado. Con el tiempo los vecinos lograron olvidarlo;
tal vez tenían cadáveres sin raíces de qué ocuparse.

IV

Fue de noche que surgió el retoño, fue de noche
que se reventó el pavimento y surgió el brote, no sabemos
si de álamo, abedul o fresno; rompió la piedra y creció
al lado del muerto. Rompió la piedra y al cabo de un año
sus hojas rebasaban el techo del garaje. Rompió la piedra
y sus raíces comenzaron a abrazar a las raíces del cadáver.
Sus ramas se escindieron; el nuevo follaje cubrió, pudoroso,
la piel petrificada. El nuevo follaje consumió la corteza
que aún colgaba. Cada año lo cubre más, intenta ahogarlo.

V

La naturaleza tiene su propio servicio de recogida de cadáveres.
De las ramas aún jóvenes del retoño caen nuevas semillas.
Otros árboles tímidos han brotado cerca. Hay que fijarse bien
para encontrar entre las hojas, entre la espesura, el tronco seco,
la momia de un árbol orgulloso, de un árbol que no se mecía
al viento, que no se vencía ante la nieve, que no se quebraba
ante el relámpago. Sólo las ardillas y yo sabemos que aún espera,
oculto, el momento de caer, la última derrota, la redención largo
tiempo deseada. Cuando me vaya de casa, cuando llene mis
maletas con otros, recalcitrantes muertos, cuando voltee a mirar,
por última vez, el jardín, ¿oiré el golpe seco del tronco contra
la hierba? ¿Oiré el suspiro agradecido y final del fantasma?


Tomado del libro Los árboles arrancan su cuerpo de la sombra (Bitácora de vuelos ediciones, 2015). 


GERARDO CÁRDENAS, escritor, traductor y periodista cultural mexicano. Nace en la Ciudad de México en 1962 y desde 1998 vive en Chicago, tras haber residido en Miami, Washington, D.C., Bruselas, y Madrid. Es director editorial de la revista literaria Contratiempo y organizador del festival anual de poesía en español de Chicago “Poesía en Abril”. Es autor del libro de relatos A veces llovía en Chicago (2011), la obra de teatro Blind Spot (2015) y el poemario En el país del silencio (2015). Sus relatos, poemas y artículos han sido publicados en medios impresos y electrónicos y antologías en España, Estados Unidos, México, Venezuela y República Dominicana, y ha ganado varios premios locales e internacionales. Es también autor del blog literario En la ciudad de los vientos.

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